"No se sabe qué se corrompe primero,
si la realidad o las palabras”.
Octavio Paz
Cuando un juez dice en su sentencia que llamar zorra a la esposa no es un insulto, porque "zorra" significa: animal astuto que...; cuando un responsable político del más alto nivel del PP dice que Fabra, imputado, acusado de múltiples delitos, es un político y ciudadano ejemplar... -o cuando dicen de Camps, implicado en otras corruptelas, que es el político más honesto...-; cuando un periodista/comentarista de uno de los principales periódicos nacionales dice que el presidente del gobierno participa de la misma estrategia que ETA; o cuando un dirigente del partido Republicano de los EEUU dice que Obama no nació en su país, por lo que está ilegitimado para ser Presidente.... en todos estos casos, nos encontramos ante una misma estrategia de terrorismo del lenguaje como arma política.
Recupero un artículo de F. Vallespín, del més de julio (El País), en el que trataba de entender el comportamiento del Partido Popular en el caso Camps. Se apoyaba en la ficción premonitoria de Orwell -1984-. En concreto, en la creación de la "neolengua" del partido único en el poder, y el "doblepensar", en el que aquella encontraba su lógica y su justificación. El "doblepensar" era una forma de pensamiento que permitía sostener dos opiniones contradictorias al mismo tiempo -en contra del principio de no contradicción, uno de los pilares del la estructura lógica de nuestro pensamiento-. Que este "neolenguaje" fuera el arma más refinada del partido único que acapara todo el poder en la república orweliana -ficción dedicada por su autor al estalinismo soviético-, da el mayor interés analítico para su proyección en la próxima realidad política española, cuando el PP asuma el gobierno de la nación, acaparando así, la práctica totalidad del poder Terrirorial del Estado (porque el próximo 20-N, acabaremos con el bipartidismo, por la vía de restaurar el partido único -eso sí, por la voluntad popular, la misma que considera (el 40%, CIS/noviembre) que el PP habría gestionado igual que el PSOE la crisis económica ¡¡¡¿?!!!).
Pero antes de entrar en este nivel de sofisticación esquizoide, está primero la mentira pura, la clásica, la de toda la vida. La mentira como forma de hacer política en las democracias occidentales ha dejado de ser la forma vergonzante de relacionarse el político de turno con el ciudadano, para convertirse en aquello que ya puede hacerse explícitamente, porque el ciudadano -mejor dicho: el votante-, ya no se lo toma en cuenta. Paradigma de esta relación de sometimiento acrítico, el votante del PP dió una espectacular prueba de su fidelidad electoral cuando aceptó, sin problema de ningún tipo, que Alfonso Rus se riera explícitamente de ellos, y les llamara "burros", por creerle y aplaudirle por una promesa electoral disparatada (mayo, 2007). Estos "burros" le han llevado a la alcaldía cinco veces.
El trabajo ideológico y de propaganda que posibilita y permite este estado de cosas es la fanatización de lo propio, y la demonización de lo ajeno. El clima social requerido es lo que los ideólogos neoconservadores llaman algo así como "la política basada en el desastre", sea este natural o humano. El mecanismo es simple, como simple es el mecanismo psico-social en el que se basa: una situación catastrófica genera socialmente un estado de temor/pánico, que debilita la conciencia de ser titular de derechos civiles y laborales en los ciudadanos que lo padecen. Ahí, el poder político puede encontrar la cobertura emocional de un apoyo político acrítico. Incluso la simple apelación a la catástrofe funciona psicológicamente en el imaginario colectivo de las sociedades. Aún resuenan en el eco de la Historia reciente, paradigmáticas de este argumento, las palabras del general De Gaulle: Moi, ou la catastrophe.
Y, efectivamente, como si una mano negra hubiera querido que los neoconservadores americanos tuvieran "la catástrofe de su vida" -es decir, la catástrofe necesaria para su éxito-, inauguramos el tercer milenio con el ataque al WTC. Con la respuesta de occidente, quedó inaugurada la era de la mentira política globalizada en los países democráticos. Seguramente otra nota de la Metamodernidad. Nos mintió Bush. Nos mintió Blair. Nos mintió su amigo "Ansar". Nos mintieron también después, en otro momento catastrófico para la historia de la democracia española.Y si falla una vez, el error está en la insuficiencia de la significación catastrofista dada al hecho, la dosis insuficiente de miedo infiltrado en la sociedad. La primera legislatura de Rajoy en la oposición fue paradigmática de esa insistencia en el "todo va mal". ¡Qué tufo guerracivilista tienen sus maneras y sus actuaciones! ¡Cómo se les nota lo incómodos que están con el corsé democrático! ¡Que impudor cuando el poder se les escapa! ¡Qué naturalidad al reclamarlo como consustancial a su ser político!
Esta es una de las peores alienaciones del individuo en tanto actor social: el esencialismo histórico. Me refiero al desconocimiento consciente y/o la negación inconsciente de los elementos estructurales, y las dinámicas subyacentes que sostiene el fenómeno en el que se vive el día a día. A ello va unido la no consideración histórica del devenir humano. Las pasadas elecciones europeas fueron una pasmosa confirmación del predominio de esa ceguera , de esa ignorancia autodestructiva. En el momento más árido de la crisis mundial provocada por la ideología neoconservadora y sus políticas económicas neoliberales, resulta que el coro de los perdedores, en su mayor parte, o bien no votó, o bien lo hizo mayoritariamente por las opciones políticas que sostienen ese tipo de políticas fracasadas y claramente antisociales. ¿No es esto una denegación colectiva, un sí-pero-no?
Da la impresión que el nivel de des-ideologización de la sociedad ha llegado a un nivel de generalización y de intensidad que los ciudadanos no consiguen ligar acontecimientos de órdenes diferentes, que permitan significar los hechos aparentes con sus determinantes subyacentes, ocultos, desplazados o metamorfoseados.
A partir de ahí, el uso de la mentira se ha desbordado. Y más cuanto más a la derecha escuches, sea el Tea-Party USA, sea el "TDT-party" español. En España, la mentira y el cinismo son el patrimonio moral de la derecha inventada por Aznar. La mentira de la derecha española ha encontrado en el insulto el complemento argumental necesario. El insulto es la catástrofe moral necesaria para hacer creíble la mentira vertida sobre el rival político. Deslegitimado moralmente por el insulto en tanto gobernante, político, o, simplemente, persona -¿se podrían recopilar los insultos de Rajoy al Presidente del Gobierno de la Nación, especialmente durante la primera legislatura de Zapatero?-, la mentira se hace creíble, casi necesaria para el oyente afín, que necesita participar de la realidad conveniente que su dirigente le dibuja. José M. Izquierdo a recopilado un florilegio de declaraciones de la derecha española en los medios de comunicación, y que ilustran bien esta estrategia de terrorismo verbal. Una estrategia que avergüenza, más que por que hayan sido escritas por sus autores -incluso por algún "filósofo", como Albiac-, avergüenzan por la acogida que tienen en tan amplias capas de ciudadanos que se tienen por demócratas.
Con el próximo triunfo en la elecciones generales, la derecha cerrará el círculo virtuoso de controlar todos los registros del estado. Seguramente, a partir de entonces, se avanzará en la perversión del uso del lenguaje, un escalón más, tal vez el último necesario. Nosotros trataremos de definir su esquema psicotizante.
[Ver: 2012/05/ El-uso-canalla-del-lenguaje /2]
El trabajo ideológico y de propaganda que posibilita y permite este estado de cosas es la fanatización de lo propio, y la demonización de lo ajeno. El clima social requerido es lo que los ideólogos neoconservadores llaman algo así como "la política basada en el desastre", sea este natural o humano. El mecanismo es simple, como simple es el mecanismo psico-social en el que se basa: una situación catastrófica genera socialmente un estado de temor/pánico, que debilita la conciencia de ser titular de derechos civiles y laborales en los ciudadanos que lo padecen. Ahí, el poder político puede encontrar la cobertura emocional de un apoyo político acrítico. Incluso la simple apelación a la catástrofe funciona psicológicamente en el imaginario colectivo de las sociedades. Aún resuenan en el eco de la Historia reciente, paradigmáticas de este argumento, las palabras del general De Gaulle: Moi, ou la catastrophe.
Y, efectivamente, como si una mano negra hubiera querido que los neoconservadores americanos tuvieran "la catástrofe de su vida" -es decir, la catástrofe necesaria para su éxito-, inauguramos el tercer milenio con el ataque al WTC. Con la respuesta de occidente, quedó inaugurada la era de la mentira política globalizada en los países democráticos. Seguramente otra nota de la Metamodernidad. Nos mintió Bush. Nos mintió Blair. Nos mintió su amigo "Ansar". Nos mintieron también después, en otro momento catastrófico para la historia de la democracia española.Y si falla una vez, el error está en la insuficiencia de la significación catastrofista dada al hecho, la dosis insuficiente de miedo infiltrado en la sociedad. La primera legislatura de Rajoy en la oposición fue paradigmática de esa insistencia en el "todo va mal". ¡Qué tufo guerracivilista tienen sus maneras y sus actuaciones! ¡Cómo se les nota lo incómodos que están con el corsé democrático! ¡Que impudor cuando el poder se les escapa! ¡Qué naturalidad al reclamarlo como consustancial a su ser político!
Esta es una de las peores alienaciones del individuo en tanto actor social: el esencialismo histórico. Me refiero al desconocimiento consciente y/o la negación inconsciente de los elementos estructurales, y las dinámicas subyacentes que sostiene el fenómeno en el que se vive el día a día. A ello va unido la no consideración histórica del devenir humano. Las pasadas elecciones europeas fueron una pasmosa confirmación del predominio de esa ceguera , de esa ignorancia autodestructiva. En el momento más árido de la crisis mundial provocada por la ideología neoconservadora y sus políticas económicas neoliberales, resulta que el coro de los perdedores, en su mayor parte, o bien no votó, o bien lo hizo mayoritariamente por las opciones políticas que sostienen ese tipo de políticas fracasadas y claramente antisociales. ¿No es esto una denegación colectiva, un sí-pero-no?
Da la impresión que el nivel de des-ideologización de la sociedad ha llegado a un nivel de generalización y de intensidad que los ciudadanos no consiguen ligar acontecimientos de órdenes diferentes, que permitan significar los hechos aparentes con sus determinantes subyacentes, ocultos, desplazados o metamorfoseados.
Con el próximo triunfo en la elecciones generales, la derecha cerrará el círculo virtuoso de controlar todos los registros del estado. Seguramente, a partir de entonces, se avanzará en la perversión del uso del lenguaje, un escalón más, tal vez el último necesario. Nosotros trataremos de definir su esquema psicotizante.
[Ver: 2012/05/ El-uso-canalla-del-lenguaje /2]
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