Cita

miércoles, 23 de noviembre de 2016

Trump en contradicción: la Globalización como "hipérbole veraz".

Instantánea en  la que Donald descubre -con indisimulada satisfación-
a dos inmigrantes ilegales en su jardín.
Aunque a muchos nos pueda parecer increíble, Trump produjo un concepto político-mediático1, con pretensiones incluso de filosofía empresarial, que nombra como "hipérbole veraz"2. Aunque esta formulación es casi una contradictio in terminis, ha mostrado su eficacia retórica en el arrastre del electorado americano, tanto como parece haberlo mostrado en su éxito empresarial, tal vez en una evidencia más de que la única dimensión de los individuos de las sociedades actuales es su condición de consumidores.
Sin embargo, su ataque a la Globalización como eje de su programa político, se contradice con la esencia misma de la magia retórica de la hipérbole. Porque si el alma de la hipérbole es la exageración, ésta se corresponde perfectamente con el carácter desmesurado de nuestras sociedades metamodernas, que hacen de la hybris el rasgo definitorio del estilo de nuestro tiempo. Es como si Trump - en un alarde de homeopatía política- hubiera decidido que la forma más adecuada de luchar contra la exageración del mundo globalizado fuera la exageración verbal, semántica y propagandística a través del uso intensivo y expansivo de la "hipérbole". La desmesura de su discurso ha sabido reunir y poner voz a los dañados por la desmesura de la desigualdad y la marginalidad creada por la mundialización del capitalismo. Ello es suficiente para que el calificativo de "veraz" para sus hipérboles no se discuta, ni se cuestione, a pesar de que se ha convertido en un tópico contabilizar la cantidad ingente de mentiras demostrables que Trump dijo durante su campaña.
La conmoción mundial que ha producido su elección3 como próximo presidente de los EEUU va más allá de la valoración de su calaña moral, o de su incompetencia personal. El partido Republicano ya nos dio recientemente joyas como Reagan o Bush J3. Sin embargo, esta vez es muy diferente, ya que -se puede decir así-, Trump no ha sido ni el candidato del partido por el que se presentaba. La dimensión innovadora de su elección viene dada por el valor de confirmación que ha tomado en un contexto político de vísperas de transformación estructural.
La figura de Trump no es relevante respecto de todo lo que cristaliza su elección. Porque lo que es significativo es la base electoral y las motivaciones que la mueven. Trump ha sido el primer candidato elegido en contra de todos los poderes fácticos operantes en un país. Estaban contra él el aparato político e institucional de su propio partido, así como sus líderes más destacados, los medios de comunicación -incluídos los conservadores y los económicos-, las iglesias, Holllywood y Silicon valley, los Mercados, las grandes empresas, el Pentágono y la Casa Blanca, congresistas y senadores de su propio partido, las minorías críticas, etc. Trump ha salido elegido con los votos individuales de los votantes, uno a uno, en la pura contabilidad sumatoria suficiente para ir volcando hacia su lado los "votos electorales" de la mayor parte de los estados.
Nunca mejor dicho, ha sido el voto de "la gente" el que le ha llevado a la presidencia. Más allá de la pormenorización de la composición sociológica del voto4, la hipótesis de que lo que define el voto de "esa gente" es su carácter antisistema, nos permite un desdoblamiento que concierne al momento histórico actual en lo que apunta a un futuro cada vez más cercano.
Por un lado, es la primera fractura de la Globalización en su progreso imparable desde hace tres décadas. Y es una fractura relevante por varias razones. Porque se produce en el país más poderoso de la Tierra. Porque se produce a través de la alianza entre los estratos de población perjudicados por dicha Globalización y el poder político institucional de un Estado. Y, en tercer lugar, porque es una fractura con capacidad operativa real para tener algún grado de efecto concreto a nivel mundial.
La segunda vertiente de este desdoblamiento, es que la masa social que ha sostenido ese voto es la manifestación crítica del descontento con la Democracia como sistema político. Lo que aparece como la consolidación de una tendencia ya presente en Europa -convalidada ahora por los ciudadanos de la democracia referente mundial- es un salto cualitativo respecto a la manifestación estandar del descontento, que hasta ahora se refugiaba en la abstención a la hora de la participación electoral. Ahora se trata de votar, para señalar a quiénes se retira la confianza de que puedan representarles. Pero no por apuntar a personas concretas, sino para deslegitimar al propio sistema de representación partidista. El bipartidismo y su alternancia llevan muchas décadas engañándoles, utilizándoles para perpetuarse, frustrádoles con sus incumplimientos programáticos... y ahora, además, ha desaparecido el bienestar económico que mantenía el brillo al semblante democrático del Sistema.
La contabilidad electoral se ha modificado: ya no interesa tanto la participación, cuanto el número de aquellos que "no verían mal", o que "estarían dispuestos a vivir/apoyar" un régimen político que no fuera una democracia parlamentaria5. Esta opción viene ganando adeptos encuesta tras encuesta en Europa.
Por eso estoy de acuerdo en que el gran error del Partido Demócrata ha sido no presentar a Sanders, porque en estas elecciones no se trataba de Demócratas contra Republicanos, sino del asalto al Sistema político. La maquinaria institucional del Partido Demócrata consiguió desbancar a la opción que aglutinaba ese descontento desde la izquierda. La maquinaria republicana no lo consiguió desde la derecha.
Y es que, personajes como Trump, han comprendido y aceptado que, en un mundo desideologizado, sin una dialéctica de discursos, la dinámica izquierda versus derecha ya no tiene más sentido. Han comprendido que la línea de fractura social hoy día está situada entre las élites beneficiadas por la Globalización y la gran masa de población damnificada en los países concretos, y que está restituyendo el sujeto político nombrado como "populismo"6. La fórmula es clara: limitación de derechos, a cambio de reparto de benficios económicos y sociales. Los referentes están ahí: la pujanza de China7 y Rusia principalmente.
No puede sorprender, pues, la sintonía existente entre Trump y Putin. En Europa, los presidentes Duda en Polonia o bien Orban en Hungría no dejan de ensayar un alejamiento de la exigencias democráticas de la UE, para acercarse al putinismo como nuevo referente de la post-democracia en Europa. Están a la espera, dispuestos a inscribirse en la lista con entusiasmo, LePen en Francia, y multitud de "pequeños amos" en Italia, Holanda, en la misma Alemania8. El partido laborista británico ya vivió su pequeño drama de guerra civil anti-sistema: Corbyn, cuestionado por izquierdista desde el aparato del partido tuvo que ser sostenido por la militancia frente la rebelión conservadora de sus propios diputados parlamentarios laboristas. 
Sin embargo la desintegración de las socialdemocracias y la agonía de los comunismos va sembrando europa de movimientos minoritarios de izquierdas, porque, en la esfera humana, toda operación de división deja un resto. ¿Llegarán estos a constituír la próxima hipérbole veráz en algun discurso político que restituya la razón al lugar directriz de la acción política?



1. The Art of the Deal (1997).


3. Sin embargo, a diferencia del soporte decisivo que dieron a Bush J. las iglesias neo-cristianas fundamentalistas, el partido Republicano ha visto con estupor cómo sus candidatos ultracristianos quedaban en la cuneta arrollados por el out-sider Trump. Tal vez haya sido decisivo en ello la transformación de largo alcance en dirección a la laicización ocurrida en la sociedad norteamericana, y que ha hecho que, en la última década, haya pasado de un 37% a un 57% el porcentaje de ciudadanos que declaran no pertenecer a ninguna iglesia.

4. Particularmente llamativo ha sido el comportamiento electoral femenino, habida cuenta de la propaganda volcada sobre el machismo y el antifeminismo del entonces candidato. Cf. www.publico.es/search/?query=trump%20y%20el%20voto%20femenino
Por otra parte, el comportamiento del electorado en estas elecciones parece haber puesto en circulación un nuevo significante -"postverdad"- para definir la poca relevancia que tiene la verdad de los hechos en la adhesión que le muestran los receptores de la información, y la relevancia crucial de los factores emocionales en su credibilidad. Recojo esta reseña de un estudio al respecto: “Las elecciones de 2016 pueden marcar el punto de inflexión en el que la información y la desinformación se convirtieron en una divisa dominante en la historia de la política moderna”, dice Chris Jackson, vicepresidente de la empresa que realizó el estudio, que encuestó a 3.000 estadounidenses. “La opinión pública nos muestra que las ‘noticias falsas’ (‘fake news’, en inglés) fueron recordadas por una parte significativa del electorado y son historias que se leyeron como reales”, explica. Los resultados del estudio, realizado entre el 28 de noviembre y el 1 de diciembre, muestran que muchas personas tienen poca habilidad para evaluar la veracidad de titulares que aleatoriamente acaban en sus muros de Facebook. Los datos ponen en cuestión si los usuarios son capaces de distinguir entre noticias verídicas y noticias falsas, algo que la red social ha comenzado a investigar. Aquellos que se identifican como republicanos tienen más probabilidad de tratar noticias falsas sobre las elecciones como reales o rigurosas. En un 84% de las ocasiones, los encuestados que se identifican como republicanos evaluaron titulares de noticias falsas como acertados mientras que para lo demócratas ocurre un 71% de las veces." Nicolás Alonso, internacional.elpais.com ,7/12/2016.
"Según datos recientes del eurobarómetro, la desconfianza [en España] en los partidos está entre las más altas de los países europeos occidentales: en 2012 era del 90%, solo empeorada por la de los griegos e italianos." Cf. elpais.com/elpais/2013/06/11/opinion/1370978768_828729.html

6. Quiero insistir en la anomalía que supone el caso de Podemos, en tanto populismo de izquierdas. Tal vez se deba al sustrato de la cultura política de sus dirigentes, confluencia de la tradición socialista española, y la lucha social trabajada en los movimientos anticapitalistas de la izquierda hispanoamericana.

7.  Vuelvo a recordar que el modelo "económico" chino ha sido presentado hasta la saciedad como ejemplar por el discurso del empresariado ocidental  en estos años de crisis económica -cuyo máximo ejemplo en España ha sido el propietario de Mercadona, sr. Roig-. Pero, de facto, el empresariado occidental reconocía ya su adhesión a dicho modelo al deslocalizar masívamente sus empresas a su territorio. Su impostura radica en querer pesentar ese modelo económico como independiente de los modelos políticos autoritarios y pseudo-democráticos que lo hacen posible.

8.Stephen Bannon, director del site Breitbart, altavoz del movimiento Alt-Right (la "derecha alternativa americana": nacionalistas, supremacistas blancos, complotistas, neonazis, masculinistas, y otros) , ha pasado de ser el gurú de la campaña electoral de Trump, a mano derecha de lo que será su equipo de gobierno. Este site de extrema derecha nacionalista -le veíamos ayer (22/11/2016) en la tv, en su primer acto público, haciendo el saludo fascista al grito de "¡Heil Trump!"- ansía implantarse en Europa, al calor de la expansión de los movimientos afines y sus triunfos electorales continuados. En Inglaterra ya están asentados con la cobertura del UKIP, apoyaron el Brexit, y su redactor jefe integró el equipo de su lider N. Farage. Aunque la misma Alemania está en la lista, estratégicamente interesa que la próxima sede sea París, para apoyar el asalto al poder presidencial de LePen en 2017, la cual ya ha saludado con entusiasmo la posibilidad de una estrecha colaboración electoral con Bannon.