Cita

lunes, 23 de julio de 2012

Europa, el último resto del siglo XX.


Entre la ingente cantidad de bibliografía sobre la Segunda Guerra Mundial, Soldados del Tercer Reich es un libro único. Ofrece el testimonio espontáneo, directo de los soldados alemanes sobre su experiencia durante aquella confrontación genocida. Es un libro sobre el triunfo de la pulsión de muerte en lo colectivo y en lo individual. Es un libro sobre el goce sádico de los verdugos (la violencia autotélica, que llaman los autores, procedentes del campo de la Historia y de la Psicología Social). E, indirectamente, es un libro sobre el goce masoquista de innumerables víctimas, que asumieron su final dócilmente. Es un libro que da la dimensión de un momento de la historia de las civilizaciones, donde la Hybris se adueñó de la Cultura.
Pero es un libro que también plantea -y este es el sesgo que me hace comentarlo aquí-, las condiciones en las que, y por las que todo aquello fue posible. Su eje conceptual es el "marco de referencia": una red significante que dota de todas las significaciones que un sujeto, en un espacio-tiempo determinado, usa/necesita para interpretar la realidad en la que vive su vida. Los autores los estratifican en cuatro ódenes: desde estructuras sociohistóricas generales e inespecíficas, que actúan en lo inconsciente de los sujetos, hasta las formas de percepción e interpretación más conscientes, los valores, deberes y obligaciones percibidos como tales, etc. que operan en realidades sociohistóricas cada vez más concretas y restringidas al momento y la situación en las que el sujeto tiene que actuar. Llama la atención la rapidez con la que un marco de referencia determinado se puede construir e instalar de forma dominante en una sociedad, como fue la Alemania nacionalsocialista, en el lapso de tiempo de doce años.
Sin embargo, lo que más me ha interesado es la indagación sobre la posibilidad de percibir aquellos signos que manifiestan el cambio de valores esenciales que produce un nuevo paradigma axiológico, como parte fundamental de un cambio de marco de referencia, a partir del cual, una sociedad se encuentra, sin ser muy consciente de ello, haciendo, pensando y sintiendo de una forma absolutamente diferente al sistema de valores que compartía con el resto de sus homólogos culturales, y a partir de lo cual, se les extraña de una manera ya irreparable e irreversible. 
En el registro interior, los miembros de esa sociedad se encuentran realizando, soportando o justificando comportamientos de una perversidad infinita, con una actitud absolutamente banal. El goce de dar-la-muerte-al-otro, y de mil formas posibles, se adueñó del Sistema social alemán en su conjunto, aflorando la base pulsional que sostiene la Cultura. El esfuerzo civilizador de ésta se confundió con su propio reverso, de forma que, el objetivo de la Cultura, dejó de ser producir y sostener el Eros, para dedicar todo su esfuerzo y todo su ingenio a la realización y el logro del Thánatos, garantizando así su triunfo en todos los registros de la vida, y en casi todos los rincones del planeta.
Es un libro que se puede leer con otro libro, Los patriotas de la muerte, sobre los asesinos de ETA. Se puede comprobar cómo la conceptualización de los autores sobre la pertinencia explicativa de un marco de referencia, muestra su validez al poder ser aplicada a otra sociedad y otro tiempo diferentes. Leer el testimonio de los soldados de la Wermacht criticando el exterminio por no haber sido suficiente, o la indiferencia moral frente al asesinato del otro, es terriblemente homólogo al de los etarras sobre el arrepentirse solamente de no haber matado más/mejor, o la condición del otro como enemigo-cosa sin valor de vida.
Me preguntaba si esta herramienta conceptual podría ayudarnos a captar y entender algo del cambio cultural actual. El hecho de que el cambio en el que estamos inmersos tenga dimensiones globales ¿desborda la utilidad explicativa del concepto? Por ejemplo, la imposición del austeritarismo por parte de la política alemana al resto de Europa, presenta unas resonancias –por no decir homologías- escalofriantes con la imposición del nazismo hace setenta años. Que se haya calificado como “cuarto Reich” el momento actual de Europa –con todo lo que tiene de exageración1- no deja de tener ese fondo difuso de verdad que tienen todas las calificaciones de trazo grueso. Hace no mucho tiempo, un lord inglés ocasionó un rifirrafe político al decir que el Bundesbank era “un nido de nazis”. Fue la primera vez que escuché la idea de la hegemonía económica alemana en Europa como dominación del resto de las economías nacionales bajo el diktat de los intereses alemanes. “Esto es una guerra”, dijo hace poco el primer ministro italiano, Mario Monti. Y el investigador en economía Paul De Grauwe -muy crítico con la "solución alemana" a la crisis europea actual-, advierte: “Antes de las guerras mundiales nadie pensaba que en último término los países pudieran tomar ciertas decisiones que se revelaron gravísimas. Ahora la cascada de errores, puede llevar a otro tipo de conflicto.
El unilateralismo que ha adquirido la dirección de la UE, convirtiendo su camino y su horizonte en la marcha hacia una tierra prometida alemana, ha hecho que la impresión de una nueva época de dominación alemana en Europa se haya establecido en el conjunto de los países, no solo en los protectorados periféricos. Ya se habló en su momento de lo peligroso que podría ser para Europa una Alemania que volviera a estar unificada. Volvería a ser poderosa, y tal vez volviera a intentar dominar a las naciones europeas -Deutschland über alles… in der Welt-. Con este fantasma político en la trastienda, se inventó lo que ha llegado a ser la UE, para disolver fantasías hegemónicas nacionalistas, y colocar a Alemania como una más inter pares. Si Alemania sobresalía, el resultado sería un empuje conjunto, unitario, de todo los asociados. Cuando esto empezó a ser evidente –el famoso “milagro alemán”-, y como había buen rollito –pues Alemania, durante varias décadas, siguió siendo la “perdedora” y la “culpable” de la guerra, y no podía venirse muy arriba-, se le llamó la “locomotora de Europa”. Los vagones éramos los demás. Todos formábamos el mismo tren… y hacíamos que olvidábamos que los vagones van detrás , y la locomotora va delante. Y no solamente empuja, es que arrastra. Y, sobre todo, dirige.
Cuando llegó la unificación, todo fue una fiesta. El triunfo de la Democracia. El triunfo del Capitalismo. Además, Alemania estuvo entretenida una década “rescatando” a la parte oriental, la comunista –que ahora era ella la perdedora y la culpable-. Seguía pareciendo “una más”.
Acabó con ello también la “guerra fría”. Y Alemania descubrió un nuevo horizonte, constituido por el inmenso Este, ese que, en otro tiempo, quisieron abarcar con la rapidez y la prepotencia de sus panzer. La Europa periférica –básicamente el Sur- se convirtió, en su discurso ideológico, sectario e interesado, en un pozo sin fondo, en el que se abismaban los recursos excedentarios de la trabajadora Alemania, poniendo en riesgo a las generaciones futuras de alemanes (argumentación de los recursos ante el Tribunal Supremo alemán)2. El inmenso Este suponía un ingente reservorio de consumidores y mano de obra barata. Además, tenían recursos energéticos propios. La mitad Sur de Europa se había convertido en un lastre del que cabría desprenderse. Al fin y al cabo, después de más de una década de moneda única, quien dice Euro, escucha Marco. Las monedas fuertes ¿no siguen siendo las nacionales? Los países emergentes ¿no son uni-nacionales? ¿Por qué no hacer de Alemania la nación referente de Europa, sin la rémora de las otras naciones “socias”? ¿No habrá sido esta asociación europea una elección forzada para una Alemania que tuvo que asumir las secuelas políticas de la postguerra como nación vencida, pero también como peligro potencial para un futuro de paz, por su reciente historia de reincidencia agresora? Si Alemania ya no es el peligro militar que fue para Europa durante un siglo ¿por qué continuar doblegándose a una exigencia política “impuesta” por los vencedores?
Alemania ha dejado de sentirse culpable por el genocidio que perpetró. El triunfo del Capitalismo sobre el Comunismo ha desplazado la culpabilidad hacia los nuevos perdedores, los soviéticos, los últimos villanos del sueño totalizador capitalista –que se habría cumplido de no ser por la presencia del fundamentalismo islamista-.
Con la liquidación de la UE como asociación de estados-del-bienestar, tal vez nos encontremos frente a la última transformación que liquida el siglo XX. La UE es el sueño democrático de la post-guerra mundial en Europa. Su ser obedece a un ideal político y económico que tal vez haya perdido su sentido con la globalización económica y política con la que termina el milenio. El mundo del capitalismo globalizado exige una flexibilidad y una velocidad de transformación que el conglomerado mastodóntico que es esta amalgama de 27 estados nacionales no puede seguir.
Pero, además, la idea de la UE obedecía a una axiología que operaba con unos valores que están siendo orillados casi a la misma velocidad que las transformaciones económicas lo exigen, para que pueda operar fluidamente el capitalismo de mercado. La idea-fuerza de este sueño europeo era el Estado del bienestar. Ese era nuestro “marco de referencia”: una democracia representativa, en un Estado de derecho, en el que la paz social se lograba con el equilibrio en la redistribución de la riqueza. La destrucción por parte del capitalismo financiero –a través de sus gestores políticos del movimiento neoconservador- de este último reducto de sociedades en equilibrio de fuerzas –cuyo escaparate y termómetro social son las clases medias-, hará de Europa una región más de un mundo en desequilibrio progresivo entre la acumulación intensiva de la riqueza, y la acumulación extensiva de la pobreza.



1 La principal diferencia, evidentemente, es que nos movemos en el plano simbólico de las relaciones de intercambio económico, y nadie está matando a nadie. Sin embargo, no podemos olvidar que un aumento de un 30% de suicidios en Grecia desde el comienzo de la crisis, o el surgimiento del movimiento de viudas de pequeños empresarios suicidados en Italia por el mismo motivo, permite decir que la imposición de determinadas políticas económicas también mata en lo real, y no solamente de hambre.

2 En este punto, os recomiendo el artículo de Vicenç Navarro, 17 de julio de 2012, (www.vnavarro,org), en el que dice entre otras cosas que “la percepción generalizada de que el Estado alemán es el que está ayudando a los países periféricos del euro no se corresponde con la realidad. Esta ocurriendo al revés. Hoy existe un gran flujo de capitales de estos últimos países a Alemania. Y la supuesta “ayuda” a la banca española es, como bien indica Peter Böfinger en una entrevista en Die Spiegel (Chatterjee, Pratap, Bailing Out Germany: The Story Behind The European Financial Crisis), “esta ayuda no es a estos países, sino a nuestros propios bancos, que tienen gran cantidad de la deuda privada en aquellos países”. Tal señor es consejero económico de la Sra. Merkel. Mientras, el Deutsche Bank y el Commerzbank, dos de los bancos alemanes más importantes y que consiguieron magníficos beneficios prestando dinero a la banca española, han tenido los mejores beneficios obtenidos en los últimos cinco años.