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jueves, 21 de noviembre de 2013

Una reseña sobre el Futuro.

Si traigo hoy un libro como motivo, es por su enorme pertinencia al tema que orienta este blog. Josep Fontana es uno de los que se atreven a hechar un vistazo al Futuro -sí, con mayúscula. Lo hace, paradójicamente, desde su autoridad y su formación como muy veterano historiador, y después de su extensísimo volumen sobre la historia de ese pasado inmediato, casi presente, que ha sido la segunda mitad del siglo XX.  El libro -El futuro es un país extraño, 2013- es magnífico, aunque no hay que leerlo si uno tiene tendencias depresivas. Es un "ensayo", que completa el rigor académico de su trabajo histórico anterior -Por el bien del imperio, 2011-, y se atreve a especular fundadamente, sobre el futuro que podría corresponder a ese pasado y presente, que es como subtitula su voluminosa indagación en el mundo posterior a la segunda guerra mundial.
El título del libro apunta al futuro que nos espera a nivel de Civilización. Teniendo en cuenta que nuestra Cultura hoy día está dominada por el monodiscurso del Capital, el futuro del que se trata, pues, es el del propio Capitalismo.
Más allá de la idea general de Chomsky de que "estamos en guerra", la idea general del libro de Fontana es que asistimos, más concretamente, a una "guerra contra los pobres", en la medida en que se da la exigencia/necesidad del último capitalismo de obtener el mayor margen de beneficios posible. El botín más a mano es la acumulación/distribución de renta que se hizo tras la segunda guerra mundial en los estados sociales de occidente ("Estado del bienestar").  Zygmunt Bauman ilustra muy bién esta dinámica autolítica del capitalismo a través de la imagen de la serpiente que se come su propia cola: llegará un momento que muerda su propia cabeza. Como el capitalismo especulativo se nutre de la liquidación de activos, y como estos son el resultado del trabajo productivo, y la globalización y la rapiña del capital van extendiendo y profundizando el deterioro de las rentas del trabajo y forzando a la exclusión a cada vez un mayor número de personas, llegará un momento de entropía en el que ya no queden más activos económicamente significativos que liquidar.
Austeridad y represión serán, para Fontana, las dos caras de la moneda que ya está en circulación(1), ya que de lo que se trata es de imponer cambios permanentes en el cotrato social vigente durante el siglo XX .
El logro de esa rapiña sigue ciertos pasos:
- privatización de la política (se gobernará según los recursos económicos privados dedicados a copar los ámbitos de poder político -vemos aquí la importancia de la financiación ilegal del PP);
-privatización de los recursos del Estado (ejemplo de la crisis de deuda pública española: Excedetes de la banca alemana -> créditos baratos a la banca del sur de europa -> codicia económica, y corrupción financiera y política de estas entidades -CAM, -Bancaja, etc-, afines en intereses especulativos y de poder con el Partido Popular -> presiones de la banca alemana (A. Merkel) a la troika -> políticas de austericidio (Grecia se ha empobrecido un 40% desde 2008, el caso mas grave de toda la historia económica del mundo);
- privatización del Estado mismo (ya sin recursos propios, el Estado es privatizado a precio de saldo);
- para, por último, alcanzar la "meta-privatización" de los ciudadanos (así lo llama Fontana, aunque más bien habría que hablar en ese punto de "individuos"). Sería -así me lo represento yo- un nuevo medievalismo, en el que la gente trabajaría a cambio de recibir los servicios básicos -suministros de agua, luz, etc.- donde el dinero solamente circularía en la macroeconomía de las corporaciones financieras/industriales -ya hay multitud de "monedas" de uso local, incluso a nivel de barrio-.
¿Qué expectativas hay de superación de este estado de cosas con las que empezamos el siglo y el milenio? Fontana es contundente en una cosa: desconfía absolutamente de las propuestas "evolucionistas" de los grupos light, buenistas, ecopacifistas, etc. Solamente la acción polítca podrá tener un efecto real para el cambio. ¿Cuando? ¿Cómo? Fontana hace un repaso del imperio del capitalismo en todo el mundo, a la par de la regresión galopante en los derechos humanos y las libertades políticas -la primavera árabe se ha convertido en el invierno islamista, por ejemplo-. La esperanza está del lado del azar. La historia nos muestra que los grandes cambios históricos llegan sin avisar -su razón de ser solamente podemos construirla après-cup.

(1) España se perfila como ilustración pefecta de esto: después de los dos años "marianos" de represión económica para las clases medias y obreras, la lógica de sus temores a los efectos sociales de esta estafa lleva a la derecha española a anunciar los próximos dos años de legislatura como los de la represión de los derechos civiles a través de su nueva Ley de Seguridad -léase: represión- Ciudadana, que vendría a enmarcar la represión judicial obrada a través de la carestía de tasas en el acceso a la justicia. Saturando de multas desorbitadas las acciones o, simplemente, iniciativas de protestas ciudadanas, el gobierno puentea a los jueces, y eleva a penas de hecho, las sanciones administrativas. ¿Quién podrá pagar hasta 600 mil euros -no es una errata- por haber insultado a un policía, o convocado una manifestación no autorizada?

miércoles, 23 de octubre de 2013

Si votas, no eliges 3: La "interpasividad" como fundamento electoral.

Una colega se preguntaba hace poco a qué venía esta paz social, cuando el daño es tanto, para tantos, y -se prevée- para tanto tiempo. Si, efectivamente y tal como dice Chomsky, vivimos un estado de guerra -y no contra el terrorismo, sino por la agresión del famoso 1% que ha decidido cambiar las reglas del contrato social, y esquilmar los estados con protección social para sus ciudadanos-, no se entiende bien que los millones de desposeídos de todo, o de casi todo, así como las clases medias amenazadas de una precarización sin límite, y, particularmente, la juventud sin horizonte hagan alarde de una paciencia casi suicida.
Tal vez uno de los éxitos innegables de la UE no haya sido solamente la paz entre Francia y Alemania, y la estabilidad de las fronteras en centroeuropa, sino también la paz interior dentro de las fronteras nacionales. La desmovilización social es ahora el sinónimo de la paz social que en los años sesenta, setenta y ochenta era fruto de la negociación y el acuerdo entre intereses antagónicos, tras la lucha y la confrontación. Hoy, el miedo al aún peor, ha sustituido a la exigencia del aún mejor que nos orientaba en el siglo XX. Miramos afuera de  nuestras fronteras con el temor de que aquello que vemos lleguemos a serlo nosotros, sin atrevernos a sacar las consecuencias de los procesos históricos que estamos viviendo, y preferimos pensar en términos esencialistas, que no hay reversibilidad para las conquistas sociales logradas. 
Pareciera que la acción, en la sociedad metamoderna de las pantallas y las redes sociales, se esté desplazando a la interactividad on line. Sabemos de su provada eficacia para mover masas en cuestión de horas. Pero también sabemos que su efecto efervescente tiene mucho de champán, cuando no de gaseosa. Esta inter-acción social, instantaneizada por los recursos tecnológicos de que disponemos hoy día, puede aumentar el automatón del activismo social, y cegarnos con la falsa evidencia de que, para "hacer", hay que estar siempre en movimiento. Tanto desde la política como desde la clínica, conocemos lo operativa que se muestra la noción de "falsa actividad": los políticos conservadores la despliegan intensamente para que nada cambie, o la izquierda, cuando cae en una pseudo-actividad desorientada de acción sin reflexión; el parloteo del neurótico obsesivo para que nada de su deseo surja, o su actividad sin fin para que no se manifieste el deseo del otro. Es el "cambiar algo para que nada cambie", del protagonista de El Gatopardo, que ha llegado a definir toda una idea del hacer política de las clases dirigentes.
En el reverso de esa interactividad virtual -tan imagnaria muchas veces-, opera la noción de interpasividad (Robert Pfaller, 2003): en vez de hacer-con-el-otro, el otro hace/goza por nosotros, que nos dedicamos a otras cosas mientras tanto. En términos de política, las sociedades de la estabilidad social y la complejidad burocrática han infiltrado en su modus operandi la ideología del automatón electoral como fundamento democrático. La legitimidad a priori de ceder la representación a los electos tiene ya su descrédito en el recorrido real de un ejercicio marcado demasiado tempranamente por la corrupción y el engaño. Del lado del votante, su desmovilización política, sindical y social, parece confirmar lo insuperable de llegar a más que introducir la papeleta en la urna.
Sin embargo, la pasividad puede tener su valor positivo. Puede llegar a ser una acción de masas que tenga su eficacia política. Su potencial crítico, y su valor de acto político -es decir, de acción que puede posibilitar un cambio real-, consiste paradójicamente en "no hacer", en retirarse como interlocutores de ese automatismo político-electoral que solamente sostiene la legitimidad de los que saben que van a ganar, de los que saben que no pueden dejar de ganar, porque el sistema está diseñado para ello -pensemos en la última aberración del sistema, que consiste en otorgar, de forma directa y automática, un plus de escaños al partido ganador de las elecciones, más allá de los que le corresponderían por su número de votantes (Grecia, Italia). 
Producir un vacío en la convocatoria electoral supone descompletar el todo del Sistema en la medida suficiente como para preparar la posibilidad de un cambio. Paradójicamente, supone retirarse de la posición de ser agentes pasivos de la legitimación de quienes gobernarán en nuestra contra -ellos gozan, mientra los demás trabajamos/obedecemos-. Es un acto de contestación sistémico. No se trata de no votar a este o al otro. O de no votar nunca más. Se trataría de una "negación afirmativa", de un retirarse para cuestionar y hacer repensar ese automatismo formal en el que venimos participando burocráticamente, hipotecados por las recientes experiencias traumáticas de los autoritarismos genocidas del siglo pasado. Rechazar la dictadura como forma de gobierno, no tiene porqué convertir en tabú la crítica de "la democracia realmente existente", la que hacen los Rajoy, Obama, Cameron, Merkel, Berlusconi, etc.
Imaginemos por un momento: ¿realmente, el señor Rajoy podría esconderse tras su mayoría absoluta -como lo hace continuamente, sobre todo cada vez que incumple su programa electoral-, si la cifra de concurrentes a las elecciones no hubiera alcanzado el 30% del electorado?







jueves, 26 de septiembre de 2013

Si votas, no eliges /2: El voto cambia a los políticos, no las políticas

La democracia, para el común de los ciudadanos, se ha reducido al ejercicio del voto. Los votos, el ejercicio del voto, es presentado por los políticos como el gran poder del ciudadano, y los contertulios, columnistas y demás creadores de opinión repiten como un mantra que, con ello, los ciudadanos quitan y ponen a aquellos que quieren que gobiernen.
Sin embargo, no se diferencia bien entre el poder legitimador y el poder ejecutivo de ese voto electoral. No es de extrañar que a medida que el segundo pierde poder, se idealice el primero. Aunque, en general, es el acto de votar el que es idealizado ideológicamente a medida que pierde su poder real en las democracias occidentales. Esta idealización del acto de votar es ideológica porque vela la realidad de una inoperancia ejecutiva, la irrelevancia operativa del voto emitido.
La verificación de este vaciamiento del poder democrático del voto viene evidenciándose por la convergencia de este idealismo electoral de Occidente, con lo que se ha dado en llamar el "capitalismo con valores asiáticos". Mientras que a la UE y a los EEUU se les rompe la boca de hablar tanto de Derechos Humanos y libertades políticas, Asia demuestra que el nuevo capitalismo ni los necesita, ni le convienen, y contraponen a los valores conquistados con la lucha social de más de dos siglos, la eficacia en la generación de plusvalía en base a la austeridad (bajos salarios y bajo gasto social), cultura del esfuerzo (jornada continua a demanda empresarial), y la paz social (sometimiento en base a un alto índice de paro1, la pérdida de derechos -en base a la creación de leyes "ad hoc"-, y la represión de los diferentes niveles del Estado, con el concurso de las posibilidades de la nueva tecnología.2)
El 5º Barómetro de Confianza Institucional3 realizado por Metroscopia entre el 15/06 y el 12/07 de 2013 mostraba a la clase política ocupando los dos últimos lugares (con un 12% los "partidos políticos", y un 6% los "políticos"). En las puntuaciones más altas, la investigación y los médicos de la sanidad pública (con un 92%), y los profesores de la enseñanza pública (85%)4. Es decir, que el grupo social que tiene un 6% de apoyo, determina decisivamente el funcionamiento y la presencia social de dos colectivos tan esenciales para un país como los médicos y los maestros/profesores, con el máximo grado de aceptación social. Los más rechazados deciden el grado de presencia y de influencia social de los más aceptados por la ciudadanía. Datos como estos ejemplifican bien ese abismo abierto entre el poder legitimador del voto (mayoría absoluta de la derecha en España), y el poder real, operativo del voto emitido por los ciudadanos "soberanos".
En la metamodernidad del capitalismo financiero, los votos no pueden cambiar las políticas, no solamente porque éstas se hace fuera de los parlamentos, sino porque además están deslocalizadas de los agentes institucionales vehiculados para ejercerlas5. De representar intereses de clase, darles cauces pacíficos en la negociación y el debate, hoy los intereses se tramitan directamente desde el foco del poder económico actual, el financiero (post-política). Si las empresas del capitalismo industrial tenían -y tienen- sus sistemas de influencia alrededor de los centros de decisión política6, hoy, con la crisis y el pánico generado por sus pérdidas masivas en el 2008, la Banca ha empezado a imponer directamente las directrices macroeconómicas que han de seguir los gobiernos de los países, independientemente de su color -si es que aún quedan colores- político.
Desprestigiadas las ideologías como creadoras y sostenedoras de horizontes, reducida la condición humana a un objeto más en la serie mercantil del intercambio, hoy solamente tiene crédito el pragmatismo de las cifras -cifras a las que se les hace decir lo que la voz de su Amo ha diseñado. 

Las próximas elecciones en la UE pondrán de nuevo en ejercicio la ficción electoral de un sistema democrático que se agota con el final del segundo milenio. El semblante que la democracia parlamentaria ha mantenido durante los últimos dos siglos, no puede velar más la impostura -acordada y consentida socialmente como mal menor- de que el poder electoral ha quedado disociado del poder real. Si se sostuvo hasta hoy fue porque siempre pareció que podría mantener una distancia suficiente como para ser su influencia determinante, incluso alcanzarlo "en un futuro". Esa fue la fantasía de la democracia del proletariado. Y porque, indudablemente, creaba condiciones políticas objetivas para conseguir derechos ciudadanos, y mejoras laborales. Su momento feliz fue lo que ya los historiadores empiezan a estudiar como las "décadas doradas" (de 1945 a 1975). El modelo de sociedad que se logró en Occidente -libertad política, protección social y bienestar económico-, es lo que los historiadores empiezan a considerar como una época finiquitada. Y, aunque no haya concluido aún el trasvase del estado del bienestar a las oligarquías financieras, la insistencia en las políticas de austeridad ya no puede ocultar más que este sea su último objetivo. 


1. Hacia el año 2020 "sobrarán" de 90 a 95 millones de trabajadores no cualificados (Informe del McKinsey Global Institute).
2. La policía de Montgomery County, Texas, utiliza ya drones, a los que ha decidido equipar con gases lacrimógenos y proyectiles de goma contra los manifestantes.
3. Publicado el 25/08/2013.
4. La Administración Pública en su conjunto, obtendría un 70% de aprobación por su contribución al bienestar general de la sociedad.
5. Los dirigentes del International Institute for Finance (IIF) -grupo de presión integrado por 450 de los mayores bancos del mundo-, decidieron las condiciones del rescate de Grecia en 2011, en medidas, por supuesto, aceptadas por la troika (según Aditya Chakrabborty en The Guardian).
6. Desde 2006 han sido 4.200 millones de dólares los empleados por las finanzas/seguros/inmobiliarias en los EEUU en comprar "influencia política" (según Global Exchange).

jueves, 9 de mayo de 2013

Si votas, no eliges /1: la legitimación cuestionada por su práctica.

Cuando celebremos el Día de Europa el próximo año, faltarán dos semanas para las próximas elecciones europeas, que se quieren cruciales por dos motivos: primero, porque se eligirá por primera vez al presidente de Europa; en segundo lugar, porque se consideran un test decisivo acerca de la adhesión ciudadana al proyecto de una Europa unida. Serán las primeras de la crisis, y ya en las anteriores, la concurrencia  no llegó ni al 50% del electorado.
Vamos a dejar de lado el primer motivo, que parece ser la forma en la que se quiere materializar el "más Europa" para salir de la crisis: un cargo electo más, para añadirlo al gallinero de elegidos nominales, partidarios, institucionales, grupo-parmentariales, comisarios, comisionados... Mucho mayor alcance tiene lo segundo, en la medida en la que el acto central de la democracia -las elecciones-, parece estar convirtiéndose en su espectro, y su registro como fraude democrático está pudiéndose escribir con el eslogan de "si no tenemos voz ¿porqué nos pedís el voto?". Y este es el escuálido esqueleto al que ha quedado reducido en las democracias del capitalismo de mercado: la elecciones han dejado de ser un mecanismo de elección representativa, para convertirse exclusivamente en una maquinaria de legitimación del poder.
Creo que fue común a los que alcanzamos la mayoría de edad cuando murió el dictador Franco, el conjurarnos con que nunca renunciaríamos a ejercer nuestro derecho al voto. Apenas 35 años después de estrenar la Constitución, mi generación se encuentra en la tesitura paradójica de que, para poder elegir, tal vez tenga que no votar. 
La crisis de las ideologías, la caída del sistema comunista, la hegemonía del monodiscurso capitalista han desdibujado hasta el extremo las diferencias programáticas entre los diferentes partidos en concurrencia, pero, sobre todo, el ejercicio político de esos programas una vez conquistado el poder. Sometidos todos al poder de los Mercados, el capitalismo financiero ha demostrado su capacidad y eficacia para aplanar las diferencias ideológicas a la hora de la práxis socio-económica -como bien quedó demostrado con el giro radical de la política del gobierno socialista español en 2010. Sin la posibilidad real de ejercer una diferencia en la gobernanza de sus países, el voto que eligió a sus parlamentarios no hace más que legitimar una acción de gobierno contraria a los intereses de los propios votantes.
El caso español es paradigmático de este estado de cosas: la utilización perversa que puede hacer un gobierno de la mayoría absoluta obtenida por el partido que le sostiene. En la medida en que el partido electo no se siente vinculado -ni las leyes le obligan- al cumplimiento del programa electoral con el que concurrió a las elecciones, los electores se encuentran hoy en la situación perversa -repito- de haber legitimado inamoviblemente un fraude electoral, que de ninguna manera puede ser denunciado judicialmente como tal (1). La socorrida remisión a las próximas elecciones proporciona al partido en el poder un margen de tiempo suficiente para producir algunos efectos difícilmente reversibles. No hay más que ver el destrozo social, económico y democrático que ha producido el "primer año Mariano".
Respecto a las elecciones en la UE, la crisis de la deuda soberana está demostrando que los votos de los ciudadanos no son operativos, si no lo son del estado económicamente hegemónico (conocemos la cantinela de "... hasta que no haya elecciones en Alemania, no ..."). Su carácter de impostura legitimadora ha terminado con el espejismo de una asociación inter pares. Ya nadie niega que Europa ha perdido la apuesta de europeizar a Alemania. La sociedad alemana parece que solo puede concebirse a sí misma como rectora en modelos autoritarios. Pero la crisis de Chipre ha demostrado una faceta que hasta hoy parecía no poder tener lugar en el espíritu ni en la letra de la UE. Por intereses económicos, la UE ha ido en contra de la legalidad que ella misma había establecido: la amenaza sobre los depósitos bancarios de los pequeños ahorradores -luego torpemente rectificada por la presión del propio mundo financiero-, ha dejado en evidencia que la Ley no es barrera para que los políticos electos satisfagan las exigencias de los poderes no elegidos ni elegibles.
La recuperación del voto como ejercicio democrático pasa por:
- la supresión del sistema de "listas cerradas", que resuelve el ejercicio electoral de los ciudadanos en una partitocracia, por lo que el valor individual de cada político (los ciudadanos que votan cuentan por sí mismos, pero los políticos que eligen, no) se sacrifica a los intereses de su partido como corporación de intereses e influencia autónomos, desligados de los intereses y necesidades de la sociedad civil (2);
- dicho de otro modo: una ley electoral que libere a los electos de la fidelidad partidista, de forma que se rompa de una vez por todas la confusión de no saber si el diputado elegido representa a su partido, o a los electores que le han elegido; 
- una ley electoral que dé alguna opción real a grupos políticos más allá del bipartidismo. Si la ley electoral actual se hizo para proteger el ejercicio de gobierno, frente al peligro de la atomización de la oferta electoral nacida de un proceso constituyente, hoy es la gravísima crisis en la que ha puesto a la democracia la corrupción política de los partidos mayoritarios, la que hace imperiosa la necesidad de la promoción de las fuerzas políticas minoritarias;
- una ley electoral que proteja decididamente el carácter vinculante del programa electoral con el partido que lo presenta, de forma que, por ejemplo, no se pueda recortar el presupuesto de educación, si no estaba así explicitado. Carácter vinculante querría decir que, el partido que gobierna, tendría que convocar nuevas elecciones si piensa que no puede cumplir su programa. Los políticos y las instituciones europeas y nacionales han evitado esto, o bien con fraudes electorales masivos como el PP en España, o bien negando la posibilidad de un referéndum en Grecia, o bien imponiendo presidencias tecnócratas, como en Italia;
- la inclusión de algún sistema de consulta ciudadana, más allá de las fechas electorales regulares, y más directo y ágil que el sistema de "iniciativa ciudadana". La actualización del concepto de "democracia directa", implementado por las nuevas tecnologías, aporta iniciativas reales para que el ciudadano pueda sentir la proximidad de su autoría en la toma de decisiones que le afectan directamente.
El voto se ha convertido, pues, en un puro argumento legitimador, vacío de poder ejecutivo, que convierte a las democracias en gigantescos aparatos burocráticos. Los centros de decisión se alejan cada vez más de las necesidades concretas de los electores, parapetados los elegidos detrás de super-estructuras institucionales que diluyen las responsabilidades personales de los que tomas decisiones ruinosas para decenas de millones de sus electores.
Acorde con esto, la soberanía del pueblo se va disolviendo en la lejanía y complejidad de las instituciones europeas, al tiempo que los políticos nacionales tienen que protegerse físicamente, a si mismo y sus sedes, de sus mismos electores, realizando comparecencias sin derecho a ser  preguntados, detrás de pantallas de plasma, detrás de impresionantes dispositivos policiales, legislando ad hoc contra las iniciativas de protestas ciudadanas, expulsando a los ciudadanos de las instituciones, debilitando económicamente a las asociaciones cívicas, deslegitimando a las fuerzas sociales, etc.
Por todo ello, tal vez hoy la elección tenga que anteceder al voto, una elección que debe de volver a ser constituyente: pongámonos primero de acuerdo sobre de qué pacto democrático hablamos, y luego yo elegiré si participo o no como elector.


1. Parece haber pasado desapercibida la declaración de Rajoy a un medio internacional, justificando el no haber cumplido nada de su programa electoral en base a "haber cumplido con su deber". Haciendo uso -una vez más- de ese inconsciente a flor de piel que tienen los dirigentes del PP, pone Rajoy en evidencia que que su deber no está vinculado con el respaldo electoral, ni con el contrato con el electorado que debería ser su programa. Estamos, pues, en el mundo de la política-subjetividad, en la apelación a la ética personal -¡¡¡precisamente él!!!- como proyecto de gobierno. Este es el terreno abonado para la iluminación personal, para la mitomanía, para la autosugestión de tener que realizar cualquier misión transcendente, por encima de las necesidades y los intereses concretos de sus gobernados. Consecuencia lógica de esta autopromoción de la política de la subjetividad es la completa a-responsabilidad en el ejercicio de gobierno. ¿Cómo pedir responsabilidades sobre la vocecita que guía la intimidad moral del gobernante? Pero, sobre todo ¿cómo debatir sobre sus propuestas y sus actos de gobierno, si lo que le justifica como gobernante es su percepción personal del deber? Los que tenemos cierta edad recordamos aquello de "solamente dar cuentas a Dios y a la Historia", únicos tribunales a la altura de los dirigentes mesiánicos. Y no olvidemos que Rajoy llego al poder con la promesa de Salvar a España. Y ese es el mandato que guía su sentido del deber. Por cierto ¿quién dicta ese mandato? ¡Correcto!
2. Por eso, a la consigna del movimiento 15-M "Que no, que no nos representan", en sentido estricto le sobra la "n", ya que lo "que no nos representa", es el sistema democrático actual en sí, concretado en una democracia tan defectiva como lo ha llegado a ser la española.

domingo, 24 de marzo de 2013

La hominización de las pantallas, y la paideia de la imagen (3/3).


El desplazamiento cognitivo que se está operando a través de la informatización de nuestras sociedades es cualitativamente diferente a lo exigido a nuestro desarrollo mental en los últimos milenios. Lo que externalizamos ahora a los nuevos periféricos electrónicos son habilidades y capacidades cognitivas que están debilitando, o incluso impidiendo formarse neurológicamente, estructuras estables de conocimiento, requeridas para el funcionamiento de un pensamiento abstracto desarrollado, el único capaz de rendir al mayor nivel del razonamiento mental.
Facultades cognoscitivas como la Memoria –que viene perdiendo una antigua batalla en la escolarización desde la Nueva Pedagogía de principios del siglo XX-, ha terminado por ser absolutamente despreciada y desechada por la presencia de los potentes sistemas de almacenamiento de la información on line por medios informáticos. La ironía de la vida quiere que una de las plagas asociadas al éxito de nuestra longevidad tenga a la memoria  por protagonista, y venga a reivindicar, desde lo irreversible de una patología neurodegenerativa deshumanizadora, el valor humano esencial que radica en la conservación y el ejercicio de la memoria.
La pérdida de la oportunidad de construir las estructuras mentales inherentes a su ejercicio es la verdadera pérdida implicada en el desprecio del desarrollo y cultivo de estas facultades básicas, ya que –entre otras cosas- impedirá transferir a otras exigencias cognitivas las habilidades adquiridas con aquellas, empobreciendo, si no poniendo en riesgo, la resolución de futuros problemas.
Así, la Atención -de la que tanto depende la Memoria-, entendida como el tiempo de concentración necesario requerido para un trabajo continuado, ha quedado debilitada –si no estallada- por el uso masivo, generalizado del “instante” como unidad de medida del tiempo subjetivo. Y del flash como unidad de percepción: la imagen que irrumpe sola, sin antecedente ni consecuente, a golpe de zapping del mando a distancia, de clic de ratón, de videoclip musical, del caleidoscopio decorativo de los informativos televisivos, o del ir y venir de los sucesivos pantallazos de las páginas web, que se cuelgan y descuelgan en la remisión de unos enlaces en otros, a modo de bucle sin fin. Por eso precisamente, por no valer más que por sí misma, la imagen ha de ser siempre de la mayor carga visual posible -más colorida, más grande, más definida, más envolvente, más penetrante, Cinemascope, Cinerama, Holograma, CineMax, HD, Full HD, 3D, etc-, saturando hasta lo insoportable cada segundo de las emisiones televisivas, cada reto en los juegos de video-consola, o cada rincón en las exposiciones de arte contemporáneo.
Parece ser que todo este umwelt cultural, este nuevo caudal de aferencias estimulares –muchas veces torrentera-, está reconfigurando neurológicamente nuestro cerebro, de forma que se están produciendo adaptaciones en una dirección que supone el cierre de aquellas funcionalidades que ya no tienen un ejercicio suficiente. Decía en la entrada anterior(1) que el concepto de neuroflexibilidad hace que unas capacidades cognitivas se debilitan o se anulan a favor de otras más operativas y adecuadas.
En su conjunto, el vector aglutinador de esta nueva evolución adaptativa –no a la Naturaleza, esta vez, sino al ecosistema cultural colonizado y transformado por el discurso de la Ciencia- parece estar regido por la sustitución del pensamiento a favor de la información, incluso a nivel del dato, su átomo. Homóloga a la sustitución del texto por la imagen, el conocimiento que se va instalando en el común de los sujetos de la sociedad meta-moderna no aspira al modelo conocido -según el cual a través de unos elementos se construyen relaciones  que producen un saber cualitativamente superior al de los datos utilizados en su construcción-. El conocimiento meta-moderno aspira a resolver el momento, fijado en esa temporalidad del instante. La rapidez de los cambios en los que vive el ciudadano meta-moderno le hace desconfiar de un conocimiento que pretenda otorgarse durabilidad. Y no digamos ya si lo que pretende es servir de referencia para un pensar futuro –aunque sea de futuro inmediato. Mañana ya todo habrá pasado, y, ya caduco, habrá sido sustituido por otra cosa.
Si el incremento exponencial de la información recibida mediante pantallas parece oponerse a más conocimiento, por paradójico que resulte a primera vista, las consecuencias tienen también lugar en el plano psico-afectivo de los sujetos. El pensamiento profundo requiere de una temporalidad muy diferente a la que empleamos en el análisis de la imagen(2) y los links que nos remiten a la siguiente. Hemos aprendido a escanear  rápidamente la información visual que nos llega a las pantallas, para así imprimir velocidad a nuestra deriva escópica por la Red (lo que llamamos “búsquedas”).
Pero, parece ser que la temporalidad necesaria para el pensamiento reflexivo está también implicada en la experiencia y la subjetivación de los sentimientos y las emociones más vinculadas a nuestra afectividad más fina y  evolucionada. Su debilitamiento perjudica elementos imprescindibles en la configuración de nuestra humanidad, los que dan espesura espiritual y afectiva a nuestra subjetividad, y a los vínculos que establecemos con nuestros semejantes.
Todos estos procesos convergen en una cosificación de los individuos en su doble registro: tanto como sujetos, como de objetos para el otro. En tanto sujetos cognitivos, la genética y las neurociencias darán cuenta cada vez más de sus capacidades y de sus potencialidades, fijando en la materialidad de su organismo su destino humano. En tanto objetos, se asegurarán de ser reconocidos por el discurso de la Ciencia como homogéneos, y concordantes con sus ideales y exigencias. Situado como objeto, el individuo meta-moderno se acoge a los beneficios del único que los puede dispensar. El Amo meta-moderno, la tecno-ciencia del genoma y del software, no solamente explicará su procedencia como individuo, sino también diseñará las condiciones de su existir, y la filigrana de su futuro. Ya lo empezamos a ver. Que haya comenzado por su vertiente más amable, no evita percibir la torsión inscrita en su vocación de poder y beneficio.

(1) El grupo de estas tres entradas sobre el tema incorpora partes de mi próximo (espero) libro "La hybris del arte contemporáneo".
(2) Incluyo en la consideración de “imagen” también las pantallas que muestran texto. El hecho de que el medio y el contexto sea la pantalla del ordenador, vuelve imagen cualquier texto que aparezca en él, aunque solo fuera por su naturaleza virtual. Pero, en más, los textos –particularmente los on line-, están saturados de índices que remiten a una permanente inter/hipertextualidad, reclamos publicitarios, pestañas con textos propios al software que estamos utilizando, una enorme diversidad de tipologías de letras, tamaños, resaltes, colores de texto y fondo, subrayados, ilustraciones, etc. que convierten su visualización en una gestal con significación propia.

miércoles, 23 de enero de 2013

La hominización de las pantallas, y la paideia de la imagen (2/3).

En el tiempo de esta crisis, y en los últimos 25 años he venido entendiendo algunos comportamientos sociales paradójicos, o bien como producto del derrumbe de la figura del Padre Simbólico, o bien como consecuencia del colapso ideológico consecuente al Post-Modernismo, ambas, estructuras de ordenamiento cultural. La dimensión antropológica que fue adquiriendo toda esta reflexión ha ido reclamando explicaciones y análisis más radicales, hasta llegar a plantear el hecho de un cambio Cultural.
El planteamiento de Sartori (ver la entrada anterior) anuda la crisis de la figura paterna, con el imperio de la tecno-ciencia, ejemplificada en el protagonismo cultural de la pantalla, y el triunfo de la imagen sobre el texto. El resultado es el video-niño, producto de toda una paideia de la imagen. Seguramente esos videoniños, educados en la comodidad, la pasividad y la irracionalidad de la imagen son, ya adultos, esos ciudadanos que no parecen capaces de unir consecuencialmente dos hechos, para sacar referencias que les puedan orientar, por ejemplo, a la hora de emitir su voto en una convocatoria electoral (¿cómo entender, por ejemplo, que, después del crasch financiero de 2008, los electores europeos votaran masivamente a los partidos más comprometidos con el Capital, y tan directamente contrarios a los intereses de la mayoría de sus propios votantes? ¿cómo entender las mayorías absolutas conseguidas por los políticos corruptos en Italia y España? etc).
La idea de una masa ciudadana que funciona según el modelo del homo-videns ayudaría a poner cierta lógica en comportamientos tan irracionales. Que sea ya mayoritaria la población occidental constituida cognitivamente según la modalidad visual, que inhabilita un pensamiento abstracto, discursivo, complejo, que suponga considerar diferentes datos, categorizarlos y deducir las interrelaciones que mantienen, encontrando la lógica que les organiza y articula, esa modalidad visual, digo, facilitaría una toma de decisiones políticas emocional, parcial, ingenua.
Las conclusiones del libro de Carr no ayudan a ser optimistas. Su prolijo recorrido por multitud de recientes investigaciones en diversos campos del conocimiento, dan continuidad a las tesis de Sartori, confirmando las más premonitorias (1). Como inmigrante digital (ver Neo-Lexikón), Carr empieza a tejer el hilo de su argumentación a partir de su propia experiencia como ávido lector de libros y revistas, que ha pasado a incorporarse a la era digital. Muy resumidamente, la constatación de Carr confirma la tesis militante de Sartori de que la digitalización tiene consecuencias negativas en la capacidad del pensar reflexivo del ser humano, a partir de las modificaciones que introduce en la práctica del pensamiento simbólico. Y esto no se reduce a su aspecto puramente mental, sino que introduce modificaciones a nivel cerebral, en su estructura, y en su dinámica bioquímica y molecular.
Junto con esta constatación de que la información que procede de las pantallas va en contra del ejercicio del pensamiento reflexivo, tal vez la afirmación más impactante de su libro es que "la web es una tecnología del olvido", argumentando a favor de la revalorización de la facultad de la memoria, muy a contracorriente de la línea de pensamiento pedagógico inaugurada por los innovadores de principio de siglo XX. Su argumentación, que va siempre apoyando en las conclusiones de un sin fin de estudios publicados, parte de una constatación muy simple: la extensión, o la implementación de la función que aporta la herramienta opera inversamente hacia una reducción de nuestra capacidad orgánica y funcional.
Esto, que lo tenemos ya olvidado -por integrado en nuestra cultura- respecto al esfuerzo físico, empieza a suceder respecto al trabajo mental. Si nuestro cuerpo se transformó al traspasar ingentes cantidades de esfuerzo bruto a las máquinas y a las herramientas, nuestro cerebro empieza a transformarse al comenzar a traspasar enormes cantidades de esfuerzo mental a los ordenadores, y al sistema web/on line
El concepto de neuroflexibilidad ha sustituido en la ciencia actual a la clásica idea de un sistema nervioso central inmutable prácticamente desde el nacimiento del individuo. Nuestro cerebro, su arquitectura y su dinámica se modifica según las exigencias a las que le someten condiciones de estimulación diferentes. El resultado es que sufre un modelado adaptado a la función que debe desempeñar. Unas capacidades cognitivas se debilitan o se anulan a favor de otras más operativas y adecuadas. En todo esto, las facultades psíquicas de la memoria y la atención recuperan su viejo protagonismo en la generación de conocimiento. Más allá, en última instancia, se apunta incluso a consecuencias en el plano afectivo de la subjetividad, y  su papel en la relación entre los individuos. Veremos cómo.

1. Supone un valor añadido el hecho de que Carr parezca desconocerlas, ya que no cita a Sartori ni una sola vez, tanto en el cuerpo del texto, como en su extensa bibliografía. 

jueves, 17 de enero de 2013

La hominización de las pantallas, y la paideia de la imagen (1/3).

Entre los aspectos más apasionantes del cambio cultural que estamos viviendo a la entrada de este nuevo milenio están aquellos que tienen alcance antropológico. Es decir, modificaciones que afectan al propio ser de la especie. 
Hasta ahora, la incidencia de la técnica siempre había tenido su reflejo, básicamente, en las modificaciones anatómicas de nuestro organismo, ya que aquella ha incidido especialmente en el desplazamiento de la fuerza física hacia la herramienta, primero, hacia la máquina, después. Damos por supuesto que, en el mismo proceso, los modos de vida del Hombre han sufrido también profundas modificaciones. Es el mismo devenir de la Historia de las Civilizaciones.
El tema de este blog -las modificaciones culturales de este cambio de milenio- induce a una lectura sincrónica de los diversos aspectos que rastrea. Es lógico, por el escaso espacio de tiempo transcurrido para modificaciones que se auguran estructurales. Sin embargo, a veces podemos hacer ya lecturas diacrónicas sobre algunos de esos aspectos. Si las lecturas sincrónicas nos permiten visualizar la figura que va adoptando el estilo de ese mundo que se avecina, la lectura diacrónica nos permite ir consolidando algunas hipótesis. 
Uno de los aspectos más pertinentes a nuestro tema es el de la "pantallización" de la Cultura meta-moderna. Con ese "palabro", me refiero a la hegemonía de la imagen como medio de transmisión de contenidos, y a la carta de naturaleza que ha tomado la presencia de las pantallas electrónicas como objeto en nuestra vida cotidiana social, laboral y personal. El debate sobre su influencia en los comportamientos sociales, económicos y políticos formó parte del análisis de la influencia de la televisión en la cultura de masas de la segunda mitad del siglo XX. Pero, a finales de dicho siglo, se abrió un debate más radical, referido a modificaciones estructurales en el modo del conocer humano. Pasábamos así de una preocupación sobre los efectos de los contenidos televisivos sobre el comportamiento, a una preocupación por los efectos en la conformación cognitiva del hombre. Y es aquí donde tenemos la oportunidad de hacer un seguimiento sincrónico de este tema, a través de una lectura paralela de dos libros separados por trece años de diferencia.
Efectivamente, me parece muy interesante y provechoso leer el libro de G. Sartori  sobre "la sociedad teledirigida" -es su subtítulo-, con el más reciente de N. Carr sobre lo que internet "está haciendo con nuestro cerebro 1" -pregunta que también forma parte de su subtítulo-. Tal vez la tesis fuerte de Sartori en su Homo videns (1997), si prescindimos de sus implicaciones sociopolíticas, y la tomamos en sus últimas consecuencias, podría dar cuenta de algunas paradojas de nuestro tiempo. 
Si aceptamos que el video-niño puede tener ya alrededor de medio siglo, nos encontramos con que la primera y la segunda generación de ellos -según qué países- ya han tenido hijos que serán ciber-niños-multimedia; es decir, niños que, a su formación de televidentes nativos - es decir, desde su más tierna infancia; o sea, desde siempre-, habrán incorporado todas las posibilidades de la informática: niños-hiperlinks, que se diferenciarán de las primeras ornadas de niños-multimedia, porque ya habrán nacido en una cultura donde todo el espectro multimedia está digitalizado, y totalmente integrado. Esto hace una diferencia cualitativa con las breves generaciones multimedia-analógicas, básicamente por la actual hegemonía apabullante de la imagen y la hiper-conectividad social.
Adelantemos la secuencia apocalíptica de Sartori en términos de evolución antropológica:
A partir de la primera sustitución, tenemos que entender que las siguientes obedecen a procesos culturales, no genéticos.









Generalizando por amplios grupos de edades, podemos decir que hay hoy una "tercera edad" que constituiría la última humanidad-cógitans, formada en el texto, y en las reglas del discurso, en la lógica secuencial y consecuencial, formada en el trabajo a partir del pensamiento abstracto y sus exigencias, formada en el uso del lenguaje como edificio del pensamiento abstracto. Del otro lado, la segunda primera edad, ya formadas como humanidad-videns, son las generaciones formadas en la plasticidad de la imagen y la circularidad del hipertexto, en el pensamiento "cut and past", de aproximaciones e indiferencias, el pensamiento detenido en lo concreto y acelerado en lo imaginario-virtual, con una subjetividad disociada y confundida por el desorden de una hiperestimulación multifocal, que les solicita y les mueve sin un plan rector, solo por el señuelo de una satisfacción prometida. 
La pobreza de un lenguaje depauperado, despreciado, maltratado les impide razonar en los niveles de abstracción que exige el pensamiento "fuerte", el que permite acceder a la verdad de lo Real. Pero también les priva del instrumental necesario para construir su subjetividad -la riqueza de su subjetividad-, en la doble vertiente de expresarla, y, por tanto, poder compartirla con el otro, así como en la de acceder a un nivel de autoconciencia que les permita saber algo de sí mismos (2).
Estaríamos, pues, ante un choque generacional que ya no es como los tradicionales, que suponían la necesaria sustitución de los mayores por los jóvenes. Esta vez se trataría, no de la clásica "guerra generacional" -ya que el resultado de la batalla está decidido-, sino de un cataclismo cultural. Más allá de lo dramático que suena, uso la palabra cataclismo por la dimensión cualitativa y cuantitativa de la Cultura en proceso de desaparecer. Pero también por la rapidez con la que esta sustitución está sucediendo, ya que -pongamos por caso, un siglo-, no es tiempo para un cambio de tan enormes consecuencias. 
Tal vez no sea la menor de esas consecuencias el que la existencia de esta humanidad-videns, que estaría conformando ya en un buen número la demografía de las sociedades occidentales, supondría la existencia de unas poblaciones de ciudadanos que no serían capaces de pensar con la autonomía crítica, la creatividad y la profundidad necesarias para sacar las consecuencias lógicas pertinentes acerca de los hechos mayores que suceden en su organización política, social y económica en el momento de su tiempo histórico.  


1. El traductor a preferido traducir "our brains" por "nuestra mentes". Sin dejar de ser acertada esta traducción respecto a la tesis del libro, sin embargo aligera su alcance antropológico, porque lo que plantea su autor es una modificación en lo real de lo biológico humano, y no solamente en el producto mental del funcionamiento de ese cerebro -podríamos decir: se trata del hardware, no solamente del software.
2. "Aunque la revolución educativa incrementó el número de lectores en términos absolutos, el hábito de la lectura decayó en los países de teórica alfabetización total cuando la letra impresa dejó de ser la principal puerta de acceso al mundo más allá de la comunicación oral. A partir de los años cincuenta [del siglo XX] la lectura dejó de ser, incluso para los niños de las clases cultas del mundo occidental rico, una actividad tan espontánea como había sido para sus padres." E. Hobsbawm, Historia del siglo XX, 1995.









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