Cita

domingo, 28 de agosto de 2022

Lacan en los tiempos de Twitter

La hoja "Lacan en los tiempos de Twitter" está construida en base a mis lecturas,  y de mis apuntes a lo largo de la asistencia a seminarios y conferencias diversos, por lo que puede contener errores y/o inexactitudes;

- al no pretender ninguna autoría sobre el contenido, he prescindido de citar referencias a textos y/o autores de los que pueda haberlo tomado;  si aparece texto entrecomillado, es de Lacan;

- tiene el formato de una hoja de cálculo tipo Excel, con 31 filas utilizadas;

- es un "work in progress"; es decir, admite su implementación en base a las lecturas de cada uno;

- al desplegar la hoja, en la barra superior (Fila 1) , aparecerá "LACAN-Twitter-" seguido de un número, que indica la última actualización;

- se pretende que sea útil para el lector que se acerca al psicoanálisis de orientación lacaniana, para situar con facilidad y rapidez la progresión de la aparición de conceptos  nociones, matemas, grafos, nudos y figuras topológícas en la obra de Jacques Lacan.

Lacan en los tiempos de twiter




jueves, 6 de enero de 2022

La cultura de la cancelación como fuerza regresiva.

Cuando los talibanes se apoderaron de Afganistán y destruyeron las estatuas de los budas de Bamiyan, Occidente vio en ese acto la prueba de la barbarie cultural y el fanatismo religioso del islam fundamentalista. 

Sin embargo, cuando recientemente se vandalizaron y se destruyeron estatuas de figuras históricas de hace siglos, en nombre de la sensibilidad indigenista y antiesclavista actual, o cuando miles de firmas apoyaron a una ciudadana en una red social  exigiendo al Met de Nueva York que retirara un famoso cuadro de Balthus en defensa de la infancia, Occidente no se vio a sí misma cometiendo vandalismo, sino haciendo justicia, no se ve coartando la libertad de la sociedad, sino protegiendo a esa sociedad.

Vandalización de la estatua de
fray Junípero Serra, en San Francisco, año 2020.

La columnista de El País Carmen Domingo, se ha atrevido -cada vez son más- a escribir contra un efecto perverso de lo que fue política de izquierdas. A partir de la promoción de un discurso respetuoso hacia las minorías, se ha llegado a una censura feroz a toda opinión que no apoye lo que se entiende por "correcto" sobre el tema correspondiente1..

Evidentemente es ahí donde surge la clave del problema: ¿quién dicta la norma de lo que se pretende correcto en cada caso?

El hundimiento del mundo configurado en dos bloques ideológicos ha tenido y está teniendo consecuencias globales, que, unido a otros aspectos mayores, impregna a tal punto la sociedad actual que se habla ya, desde hace un par de décadas, de un cambio de civilización -lo que yo vengo llamando metamodernidad.

El final de la dialéctica capitalismo-comunismo privó a la sociedad de un discurso hegemónico, y el terreno quedó abonado para el surgimiento de propuestas que tomaran el lugar de la antítesis frente el discurso capitalista, devenido discurso único. La existencia de un discurso ideológico dominante tomaba a su cargo los valores de convivencia en su ámbito de influencia. Otros valores alternativos eran más o menos tolerados, regulados o reprimidos por el poder político imperante. 

La globalización ha producido una uniformización económica, pero también un estallido social y político de identidades, que han venido a exigir un reconocimiento absoluto de los valores con los que definen su identidad cada minoría social.

Esta política de identidades está obligada a ser una política narcisista, en la medida en que la construcción de un "nosotros", exige la exclusión de un "ellos". Y la necesaria legitimación de la identidad que da fundamento a su ser se imaginariza en términos de absoluto: relatos de orígenes remotos, lenguas ancestrales, antepasados míticos, genes únicos, designios divinos, depositarios de verdades reveladas, genealogías primordiales, etc.

El resultado de esta atomización, en la que cada individuo trata de basar su propia identidad, es un esencialismo que sustituye a una consideración histórica del devenir social. La izquierda occidental, al abandonar el marxismo en tanto materialismo histórico, se ha aferrado a la Carta de los Derechos Humanos como una verdad a-histórica, elevándola a un rango de verdad revelada del laicismo, que se ha creído con el derecho y el deber de imponerla en todo el mundo a través de la promoción de la Democracia como único vehículo político universal aceptable. Y es el único sistema aceptable porque es el que defiende valores incuestionables, absolutos: libertad, justicia, derechos, respeto, igualdad, etc. 

Entonces, la nueva tiranía requiere tres elementos: una víctima, un valor "superior", y un defensor. Pero, lo que caracteriza como novedosa esta estructura no son los lugares, sino el carácter de absoluto que toman sus elementos. La víctima lo es "desde siempre", o lo es del daño más infame, o de la injusticia más humillante. El valor que se invoca es su reparación necesaria, un derecho inalienable, invocado desde una patencia emocional o afectiva, una autoevidencia que descalifica instantáneamente a quien no es capaz de participar de ella. El defensor toma la forma de un colectivo en posición de justiciero, ya que la enmienda o la restitución que pretende no suele estar contemplada en las legislaciones vigentes de la sociedad del momento.

Esto, que podría corresponder a los movimientos de lucha social reivindicativa de la izquierda tradicional, encuentra su perversión ideológica en ese esencialismo que justifica moralmente un revisionismo histórico que critica los hechos pasados desconectados de las razones materiales-culturales que explican su aparición en  momentos históricos determinados, y no en cualquiera. La comprensión del devenir de las sociedades deja de ser materialista e histórica, para volverse esencialista y metafísica (terreno abonado para la proliferación de fundamentalismos religiosos, movimientos esotéricos -llamados ahora "conspiranoicos"- reaccionarios, pre-científicos, redencionistas, místicos, y similares). Los valores que ellos defienden, no solamente son universales, sino absolutos, eternos y retroactivos, por lo que la moral actual opera legítimamente descalificando a aquellos que actuaron, opinaron o pensaron en los registros propios de su momento histórico. 

Así, por ejemplo, se juzgan y se descalifican como machistas producciones culturales de sociedades que no podían serlo por carecer de conciencia de tal, o no poseer los conceptos antitéticos correspondientes (no hay machismo sin feminismo). Se piden hoy reparaciones indigenistas a países que fueron colonizadores hace siglos por ser ese el momento histórico en el que pudieron llevar a cabo un movimiento de expansión económica que se realizaba en las formas comunes al conjunto de las sociedades de niveles similares de desarrollo tecnológico, y de valores políticos y morales compartidos.

Este pensamiento anacrónico -es decir, atemporal- deja a cualquier sujeto o colectivo a merced del capricho de quien haga el recorte temporal oportuno. ¿Qué sociedad puede presentar un currículum intachable a lo largo de su  historia y a los ojos de hoy? ¿Qué generación no ha podido reprochar a la precedente su escala de valores? Incluso, a nivel individual, y teniendo en cuenta la aceleración histórica de los últimos cien años ¿qué persona de cierta edad no va a poder encontrar, en el tiempo del transcurso de su vida, contradicciones entre sus comportamientos pasados y la "sensibilidad" actual? 

Los sistemas jurídicos saben de los peligros y los límites de la retroactividad en las leyes. La retroactividad ideológica y moral nos hace a todos culpables. Quien administre el perdón, manejará el poder.



1. En esos mismos días, el actor Banderas se refería al hecho de estar gobernados, no por la mayoría, si no por muchas minorías, y José Mota dedicaba una parte de su programa de fin de año a cómo había devenido imposible la sátira humorística, y cómo habría que prescindir de grandes humoristas a lo largo de la historia de su disciplina para no ofender a colectivos mayúsculos y minúsculos  (Carmen Domingo cita precisamente el humor como "el primer afectado de las cancelaciones").


domingo, 14 de enero de 2018

Puigdemont avanza el futuro.

La propuesta de investidura telemática del candidato a la presidencia catalana -Puigdemont- supone otro avance en la realización de la distopía política/social que vienen proponiendo los autores de la ficción, y que nuestro nuevo siglo sueña realizar. 
En las figuraciones de las sociedades distópicas, los dignatarios que concentran el poder suelen dirigirse a sus súbditos a través de enormes pantallas en los espacios públicos, o en las pequeñas pantallas de los espacios privados. Hoy encontramos en España, como primicia mundial¹, la propuesta de todo un colectivo político legal, con importante representación parlamentaria, para que su candidato pueda ejercer la presidencia regional de su autonomía de forma telemática, y desde el exterior del país objeto de su acción política, aspecto este último de capital importancia de cara a los temas éticos y de derecho político para un futuro de sociedades telematizadas.
En el siglo XXI, el papel de las redes sociales  ha tomado carta de naturaleza en la acción política desde la exitosa campaña de voluntarios de Obama, hasta la no menos exitosa de Trump, esta vez ya asociada indefectiblemente -forma y fondo, medio y mensaje- a la muerte de la verdad, que ya no es la mentira sino la "posverdad". También on-line vienen los últimos peligros para la democracia representativa en forma de injerencia en los recuentos electorales, como forma interesada por parte de países terceros, para debilitar al país rival o ganar influencia sobre el juego de sus fuerzas políticas.
El escamoteo telemático de la presencia física de los gobernantes para dar cuenta de su gestión frente a los electores ya contaba -precisamente en España- de un adepto entusiasta, precisamente otro presidente, esta vez el del gobierno nacional. Pero ahora no se trata solamente de la emisión de mensajes para escamotear la labor fiscalizadora e informativa de la prensa. Ahora el señor Puigdemont trata de extenderlo y normalizarlo como forma de acción política total, tanto frente a la labor fiscalizadora e informativa del Parlamento autonómico de Cataluña, como a los espacios de gestión y representación derivados de la acción presidencial en las diferentes instituciones políticas, económicas, culturales, etcétera.
Pero, ?por qué no la telepolítica? Se ha aceptado el teletrabajo, a tal punto que hoy se está empezando a regular por ley el derecho laboral a la desconexión fuera del horario de trabajo establecido. Y, en la conversación cotidiana, vemos como algo absolutamente justificado y natural dar prioridad al teléfono que suena, y al mensaje que llega, antes que atender o seguir atendiendo a la persona con la que estamos estábamos hablando o haciendo compañía. La telemedicina está sustituyendo la presencia del facultativo con bastantes expectativas "esperanzadoras" por su alcance espacial potencial, y por la rapidez de su intervención.

Tal vez, lo inquietante del argumento del candidato independentista radique en la potencialidad de instaurar una praxis política que suponga la capacidad para controlar al rival por fuera de un cauce directamente democrático. Introducir la pantalla es introducir un software; es decir, un tercero no neutral, un mediador  tecnológico propiedad del grupo de intereses económicos concretos que sea. La presencia corporal del otro siempre introduce la molesta variable de que el otro cuenta en la comunicación. Estar presente quiere decir que está presente con el enigma de su deseo, con su libertad, con su exigencia de respeto, y la posibilidad de réplica abierta en plano de igualdad. Uno de los desgastes más patentes operados por el neoliberalismo en la sociedad metamoderna es que, el otro, el semejante, con su presencia y el aporte pulsional que supone en la comunicación, es cada vez más molesto. Los medios telemáticos nos permiten reducir a su estricta dimensión denotativa, su puro mensaje -aunque inevitablemente conserve cierta capacidad connotativa- a nuestro interlocutor, limitarlo a lo que dice en su espacio telemático concreto -tuits SMS, etcetera-, y que yo puedo abrir, cerrar, responder, admitir, reenviar, bloquear, etcétera. 
Tal vez estemos asistiendo a la paradoja de la reinvención de la televisión en un nuevo plano de alcance. La invención y desarrollo de la digitalización y el internet desbordaron e hicieron obsoleta la unidireccionalidad de la televisión. Nació la interactividad multimedia. Sin embargo, la participación masiva y asilvestrada de los internautas globales ha empezado a ser una molestia y una amenaza para los poderes políticos/ideológicos. El comienzo de este año 2018 ya viene con el primer acto de control de la web en los países democráticos a través de la pérdida posible de la gratuidad. Las diferentes formas de control que se han ido implementando en las redes sociales y en los accesos a Internet pueden concluir nuevamente en una nueva unidireccionalidad comunicacional en los medios. Caminamos hacia una nueva modalidad de concentración de emisores de contenidos, paralela a la concentración del capital y del poder político que controlan.
Y aquí, tal vez a modo de complemento, viene el segundo aspecto: ya sea desde Bruselas, ya sea desde otro lugar, la acción política telemática permitiría la des-localización y, en buena medida, la i-localización de la sede desde donde se ejercería y emanaría el poder ejecutivo. Así, al anonimato de los poderes fácticos económicos que controlan la política, se uniría el anonimato de desde dónde proceden las órdenes ejecutivas de los gobernantes. La figura del fugado Puigdemont jugando a la des-localización para evitar la acción de la justicia, pude que nos esté anticipando un futuro de acción política telemática, donde los políticos implementen su capacidad de control sobre el adversario político, al tiempo que su capacidad de evitar el control sobre su acción ejecutiva.


1. El antecedente ocurrido en Polonia no es comparable ni por su intencionalidad, ni por su alcance operativo.

miércoles, 11 de enero de 2017

La "post-verdad" como nuevo significante en la Cultura.

Sueño de la mentira y la ynconstancia, Goya,
Museo del Prado.
El año se despidió con la entrega de un nuevo significante para la cultura de la metamodernidad: la post-verdad.
Es un significante inaudito en la historia porque escamotea la exigencia lógica de pensar en términos de contrarios, pues la post-verdad no es exactamente lo mismo que la mentira, aunque la incluye.
Es un significante que nos ha venido desde la política como necesidad intelectual para comprender un par de fenómenos que han roto todos los pronósticos sociológicos, contradiciendo el saber acumulado por experiencias que creíamos que eran leyes por la solidez de su asentamiento: el fracaso gubernamental del referendum "Brexit", y la victoria electoral del candidato D. Trump en los EEUU1. Para el primero, un gobierno nunca pierde un referendum que él mismo promueve; para el segundo, un candidato nunca gana en contra del "aparato" de su propio partido y, mucho menos, en contra de los intereses de todos los poderes fácticos de la sociedad en la que se presenta.
En ambos, la mentira ha constituido el grueso de la argumetación de las opciones ganadoras. Pero han sido mentiras tan groseras en muchas ocasiones que no les ha sido difícil a las opciones contrarias demostrar contundentemente su falsedad. Pero... Aquí viene la novedad: no es tanto que la verdad no haya sido creída, sino que, simplemente, no ha importado. La verdad ya no es una cuestión de lógica, ni de moral2
Ya no es una cuestión de lógica, porque su afirmación no depende de su adecuación a los datos de la realidad, ni depende de la corrección del proceso intelectual que la deduce, sometido a las leyes lógicas del pensamiento.
Y no es una cuestión de moral, porque no vincula como exigencia al sujeto con su propia palabra, ni la verdad es un vínculo exigido en el pacto social con  y por aquellos a los que se dirige. Este aspecto es enormemente significativo en una sociedad como la norteamericana que destituyó a un presidente -R. Nixon, republicano-, por haber mentido, y estuvo al borde de hacerlo con otro -B. Clinton, demócrata-, por lo mismo, y no tanto por el objeto motivo de la mentira (espionaje electoral, y escándalo sexual respectivamente).
La post-verdad, pues, es una nueva actitud subjetiva del individuo, que tiene su visualización pública en lo social, y que intenta dar respuesta a una enorme frustración política y social en un momento de cambio cultural en el que la verdad como valor moral y ético parece haber quedado decisivamente debilitada, entre otras razones, por la evidencia del uso sistémico del engaño y la mentira por parte de las clases y los estamentos dirigentes, y que ha quedado en evidencia flagrante tras la estafa global y masiva del crasch económico del año 2008, y en la política austericida subsiguiente en la Unión Europea.
Efectivamente, esas masas engañadas durante décadas por un liberalismo económico salvaje, practicado y sostenido por un pensamiento neoconservador que ha desregularizado, no solamente el funcionamiento del Mercado, sino también los valores morales y democráticos que obstaculizaban sus expansión, esas masas han respondido desvalorizando la fuerza vinculante de la verdad, para promover la cohesión emocional de la identidad con el semejante, el otro como yo, que también ha sido engañado, que sufre la injusticia de la globalización, etc .
La postverdad es una metástasis por la que la verdad ha dejado de ser el enunciado de una conclusión (si p, entonces q, o no q), para devenir un contexto de significación: el receptor del enunciado de una mentira le otorga un valor de verdad en función del valor emocional que tienen para él su situación vital, sus experiencias biográficas presentes y pasadas, sus expectativas respecto al futuro, y le confiere así a aquella una autenticidad innegable, más allá de la referencia concreta a la que se refiere el enunciado de esa mentira.
¡A ver si Freud va a tener razón, y vamos a tener que incluir las razones y las dinámicas de lo inconsciente ente los protagonistas del juego!

1. Retomad la entrada http://cambiodesiglocambiodecultura.blogspot.com.es/2016/11/trump-en-contradiccion-la-globalizacion.html para recordar las íntimas conexiones entre la metodología propagandística entre ambos procesos electorales.

2. Indudablemente, todo lo tocante a la verdad, en tanto hecho de discurso, viene afectado por la disolución de un Otro referente y garante del pacto simbólico entre los hablantes. Aunque sería exagerado hablar de su completa extinción, si que es innegable ese debilitamiento que ha venido de la mano de la caída de los "grandes relatos" religiosos, ideológicos y culturales. El mayor campo de experiencia de esta situación de falta de referencias es el universo on-line, donde se mezcla y se confunde un maremagnum de información sin criterio de selección, sin orientación de lectura, y donde la posibilidad de decidir sobre la verdad/falsedad de lo que allí aparece exige de una capacidad crítica y de una formación cultural previa al alcance de muy pocos.

miércoles, 23 de noviembre de 2016

Trump en contradicción: la Globalización como "hipérbole veraz".

Instantánea en  la que Donald descubre -con indisimulada satisfación-
a dos inmigrantes ilegales en su jardín.
Aunque a muchos nos pueda parecer increíble, Trump produjo un concepto político-mediático1, con pretensiones incluso de filosofía empresarial, que nombra como "hipérbole veraz"2. Aunque esta formulación es casi una contradictio in terminis, ha mostrado su eficacia retórica en el arrastre del electorado americano, tanto como parece haberlo mostrado en su éxito empresarial, tal vez en una evidencia más de que la única dimensión de los individuos de las sociedades actuales es su condición de consumidores.
Sin embargo, su ataque a la Globalización como eje de su programa político, se contradice con la esencia misma de la magia retórica de la hipérbole. Porque si el alma de la hipérbole es la exageración, ésta se corresponde perfectamente con el carácter desmesurado de nuestras sociedades metamodernas, que hacen de la hybris el rasgo definitorio del estilo de nuestro tiempo. Es como si Trump - en un alarde de homeopatía política- hubiera decidido que la forma más adecuada de luchar contra la exageración del mundo globalizado fuera la exageración verbal, semántica y propagandística a través del uso intensivo y expansivo de la "hipérbole". La desmesura de su discurso ha sabido reunir y poner voz a los dañados por la desmesura de la desigualdad y la marginalidad creada por la mundialización del capitalismo. Ello es suficiente para que el calificativo de "veraz" para sus hipérboles no se discuta, ni se cuestione, a pesar de que se ha convertido en un tópico contabilizar la cantidad ingente de mentiras demostrables que Trump dijo durante su campaña.
La conmoción mundial que ha producido su elección3 como próximo presidente de los EEUU va más allá de la valoración de su calaña moral, o de su incompetencia personal. El partido Republicano ya nos dio recientemente joyas como Reagan o Bush J3. Sin embargo, esta vez es muy diferente, ya que -se puede decir así-, Trump no ha sido ni el candidato del partido por el que se presentaba. La dimensión innovadora de su elección viene dada por el valor de confirmación que ha tomado en un contexto político de vísperas de transformación estructural.
La figura de Trump no es relevante respecto de todo lo que cristaliza su elección. Porque lo que es significativo es la base electoral y las motivaciones que la mueven. Trump ha sido el primer candidato elegido en contra de todos los poderes fácticos operantes en un país. Estaban contra él el aparato político e institucional de su propio partido, así como sus líderes más destacados, los medios de comunicación -incluídos los conservadores y los económicos-, las iglesias, Holllywood y Silicon valley, los Mercados, las grandes empresas, el Pentágono y la Casa Blanca, congresistas y senadores de su propio partido, las minorías críticas, etc. Trump ha salido elegido con los votos individuales de los votantes, uno a uno, en la pura contabilidad sumatoria suficiente para ir volcando hacia su lado los "votos electorales" de la mayor parte de los estados.
Nunca mejor dicho, ha sido el voto de "la gente" el que le ha llevado a la presidencia. Más allá de la pormenorización de la composición sociológica del voto4, la hipótesis de que lo que define el voto de "esa gente" es su carácter antisistema, nos permite un desdoblamiento que concierne al momento histórico actual en lo que apunta a un futuro cada vez más cercano.
Por un lado, es la primera fractura de la Globalización en su progreso imparable desde hace tres décadas. Y es una fractura relevante por varias razones. Porque se produce en el país más poderoso de la Tierra. Porque se produce a través de la alianza entre los estratos de población perjudicados por dicha Globalización y el poder político institucional de un Estado. Y, en tercer lugar, porque es una fractura con capacidad operativa real para tener algún grado de efecto concreto a nivel mundial.
La segunda vertiente de este desdoblamiento, es que la masa social que ha sostenido ese voto es la manifestación crítica del descontento con la Democracia como sistema político. Lo que aparece como la consolidación de una tendencia ya presente en Europa -convalidada ahora por los ciudadanos de la democracia referente mundial- es un salto cualitativo respecto a la manifestación estandar del descontento, que hasta ahora se refugiaba en la abstención a la hora de la participación electoral. Ahora se trata de votar, para señalar a quiénes se retira la confianza de que puedan representarles. Pero no por apuntar a personas concretas, sino para deslegitimar al propio sistema de representación partidista. El bipartidismo y su alternancia llevan muchas décadas engañándoles, utilizándoles para perpetuarse, frustrádoles con sus incumplimientos programáticos... y ahora, además, ha desaparecido el bienestar económico que mantenía el brillo al semblante democrático del Sistema.
La contabilidad electoral se ha modificado: ya no interesa tanto la participación, cuanto el número de aquellos que "no verían mal", o que "estarían dispuestos a vivir/apoyar" un régimen político que no fuera una democracia parlamentaria5. Esta opción viene ganando adeptos encuesta tras encuesta en Europa.
Por eso estoy de acuerdo en que el gran error del Partido Demócrata ha sido no presentar a Sanders, porque en estas elecciones no se trataba de Demócratas contra Republicanos, sino del asalto al Sistema político. La maquinaria institucional del Partido Demócrata consiguió desbancar a la opción que aglutinaba ese descontento desde la izquierda. La maquinaria republicana no lo consiguió desde la derecha.
Y es que, personajes como Trump, han comprendido y aceptado que, en un mundo desideologizado, sin una dialéctica de discursos, la dinámica izquierda versus derecha ya no tiene más sentido. Han comprendido que la línea de fractura social hoy día está situada entre las élites beneficiadas por la Globalización y la gran masa de población damnificada en los países concretos, y que está restituyendo el sujeto político nombrado como "populismo"6. La fórmula es clara: limitación de derechos, a cambio de reparto de benficios económicos y sociales. Los referentes están ahí: la pujanza de China7 y Rusia principalmente.
No puede sorprender, pues, la sintonía existente entre Trump y Putin. En Europa, los presidentes Duda en Polonia o bien Orban en Hungría no dejan de ensayar un alejamiento de la exigencias democráticas de la UE, para acercarse al putinismo como nuevo referente de la post-democracia en Europa. Están a la espera, dispuestos a inscribirse en la lista con entusiasmo, LePen en Francia, y multitud de "pequeños amos" en Italia, Holanda, en la misma Alemania8. El partido laborista británico ya vivió su pequeño drama de guerra civil anti-sistema: Corbyn, cuestionado por izquierdista desde el aparato del partido tuvo que ser sostenido por la militancia frente la rebelión conservadora de sus propios diputados parlamentarios laboristas. 
Sin embargo la desintegración de las socialdemocracias y la agonía de los comunismos va sembrando europa de movimientos minoritarios de izquierdas, porque, en la esfera humana, toda operación de división deja un resto. ¿Llegarán estos a constituír la próxima hipérbole veráz en algun discurso político que restituya la razón al lugar directriz de la acción política?



1. The Art of the Deal (1997).


3. Sin embargo, a diferencia del soporte decisivo que dieron a Bush J. las iglesias neo-cristianas fundamentalistas, el partido Republicano ha visto con estupor cómo sus candidatos ultracristianos quedaban en la cuneta arrollados por el out-sider Trump. Tal vez haya sido decisivo en ello la transformación de largo alcance en dirección a la laicización ocurrida en la sociedad norteamericana, y que ha hecho que, en la última década, haya pasado de un 37% a un 57% el porcentaje de ciudadanos que declaran no pertenecer a ninguna iglesia.

4. Particularmente llamativo ha sido el comportamiento electoral femenino, habida cuenta de la propaganda volcada sobre el machismo y el antifeminismo del entonces candidato. Cf. www.publico.es/search/?query=trump%20y%20el%20voto%20femenino
Por otra parte, el comportamiento del electorado en estas elecciones parece haber puesto en circulación un nuevo significante -"postverdad"- para definir la poca relevancia que tiene la verdad de los hechos en la adhesión que le muestran los receptores de la información, y la relevancia crucial de los factores emocionales en su credibilidad. Recojo esta reseña de un estudio al respecto: “Las elecciones de 2016 pueden marcar el punto de inflexión en el que la información y la desinformación se convirtieron en una divisa dominante en la historia de la política moderna”, dice Chris Jackson, vicepresidente de la empresa que realizó el estudio, que encuestó a 3.000 estadounidenses. “La opinión pública nos muestra que las ‘noticias falsas’ (‘fake news’, en inglés) fueron recordadas por una parte significativa del electorado y son historias que se leyeron como reales”, explica. Los resultados del estudio, realizado entre el 28 de noviembre y el 1 de diciembre, muestran que muchas personas tienen poca habilidad para evaluar la veracidad de titulares que aleatoriamente acaban en sus muros de Facebook. Los datos ponen en cuestión si los usuarios son capaces de distinguir entre noticias verídicas y noticias falsas, algo que la red social ha comenzado a investigar. Aquellos que se identifican como republicanos tienen más probabilidad de tratar noticias falsas sobre las elecciones como reales o rigurosas. En un 84% de las ocasiones, los encuestados que se identifican como republicanos evaluaron titulares de noticias falsas como acertados mientras que para lo demócratas ocurre un 71% de las veces." Nicolás Alonso, internacional.elpais.com ,7/12/2016.
"Según datos recientes del eurobarómetro, la desconfianza [en España] en los partidos está entre las más altas de los países europeos occidentales: en 2012 era del 90%, solo empeorada por la de los griegos e italianos." Cf. elpais.com/elpais/2013/06/11/opinion/1370978768_828729.html

6. Quiero insistir en la anomalía que supone el caso de Podemos, en tanto populismo de izquierdas. Tal vez se deba al sustrato de la cultura política de sus dirigentes, confluencia de la tradición socialista española, y la lucha social trabajada en los movimientos anticapitalistas de la izquierda hispanoamericana.

7.  Vuelvo a recordar que el modelo "económico" chino ha sido presentado hasta la saciedad como ejemplar por el discurso del empresariado ocidental  en estos años de crisis económica -cuyo máximo ejemplo en España ha sido el propietario de Mercadona, sr. Roig-. Pero, de facto, el empresariado occidental reconocía ya su adhesión a dicho modelo al deslocalizar masívamente sus empresas a su territorio. Su impostura radica en querer pesentar ese modelo económico como independiente de los modelos políticos autoritarios y pseudo-democráticos que lo hacen posible.

8.Stephen Bannon, director del site Breitbart, altavoz del movimiento Alt-Right (la "derecha alternativa americana": nacionalistas, supremacistas blancos, complotistas, neonazis, masculinistas, y otros) , ha pasado de ser el gurú de la campaña electoral de Trump, a mano derecha de lo que será su equipo de gobierno. Este site de extrema derecha nacionalista -le veíamos ayer (22/11/2016) en la tv, en su primer acto público, haciendo el saludo fascista al grito de "¡Heil Trump!"- ansía implantarse en Europa, al calor de la expansión de los movimientos afines y sus triunfos electorales continuados. En Inglaterra ya están asentados con la cobertura del UKIP, apoyaron el Brexit, y su redactor jefe integró el equipo de su lider N. Farage. Aunque la misma Alemania está en la lista, estratégicamente interesa que la próxima sede sea París, para apoyar el asalto al poder presidencial de LePen en 2017, la cual ya ha saludado con entusiasmo la posibilidad de una estrecha colaboración electoral con Bannon. 

sábado, 15 de agosto de 2015

El difícil parto de Bruxelania*.

Dante y Virgilio en el infierno, de Bouguereau.
Me han solicitado la adhesión a una petición a la Unión Europea para avanzar en la democratización de su parlamento, a través de la instauración de listas únicas en toda Europa, para cada opción política determinada. Mi negativa a suscribir tal petición no radica en que piense que algo así no mejora la representación popular. Pero respondería como el chamán después de que el misionero le explicase las bondades del Evangelio para su pueblo: "Eso rasca. Y rasca bien. Pero rasca donde no pica." En este caso, el chamán ha sido la crisis Griega.
La crisis de la Unión Europea en Grecia -para ser más precisos-, está siendo un semillero de consecuencias. Esto me parece el mayor logro del fallido desafío del ejercicio democrático del pueblo griego.
Una de ellas es que el debate sobre el déficit democrático en las instituciones europeas se ha "externalizado". Ya no se trata -como pretende la propuesta de CDE1- de afinar en el ajuste democrático de tal o cual órgano representativo. Ya la crisis en Chipre, pero, sobre todo, en Grecia, han dejado en evidencia la descompensación existente entre el ejercicio del poder económico, y el formalismo democrático de representación de los intereses de la ciudadanía. Y es esta descompensación la que dibuja los verdaderos antagonistas en la lucha política actual dentro de la UE. Sus instituciones económicas imponen las políticas que representan sus intereses, por encima de cualquier voluntad democrática manifestada en las urnas. La alianza parlamentaria entre conservadores y social-liberales en las instituciones de la UE ha vigilado tradicionalmente para no entrar en contradicción con los intereses económicos alemanes a partir de la creación del Euro. 
Sin embargo, la política austericida puso a prueba este consenso en Grecia, al tener que validar las urnas el estado de ruina, miseria y humillación al que habían sido conducidos por la partitocracia bipartidista tradicional helena. El gobierno social-liberal del momento trató de lanzar un referendum sobre la aceptación o no de la política suicida que les trataba de imponer Bruxelania. Pero Merkel descolgó el teléfono, y aquel referendum pasó a la categoría de despropósitos políticos, para ser difundido como tal entre la opinión pública europea.
El cambio democrático en Grecia, y el acceso al poder político de un partido radical, cortó el hilo telefónico2, y los griegos pudieron realizar, por fin, el temido referendum sobre la aceptación de su suicidio inducido. El rechazo a las políticas austericidas sorprendió por su amplitud.
Y es aquí donde viene la lección: a pesar de la percepción de que el gobierno salía reforzado para negociar con Bruxelania un cambio de rumbo, el resultado fue la imposición por ésta de medidas aún más duras que las previas al referendum. La euforia de los dirigentes europeos -particularmente del Eurogrupo3-, y de los medios de comunicación en general, ante el plegamiento de Szyriza al dictat alemán, marcaba claramente que se trataba de una victoria que transcendía el hecho económico en sí del caso griego. Era la confirmación patente de que el poder económico ya estaba en condiciones de doblegar legalmente cualquier opción democrática no conforme con los intereses del Mercado.
Hechos y situaciones como ésta plantean si la posibilidad de una acción política eficaz de cambio no pasa por volver a ámbitos territoriales de dimensiones abarcables para las posibilidades de intervención reales de los ciudadanos. Indudablemente, esto no evita que las fuerzas económicas sean globales. Pero si algo va dejando claro el fallido proyecto europeo es que Bruselas está cada vez más lejos de cada uno de sus ciudadanos, y que la traducción parlamentaria de nuestro voto es cada vez más imaginaria4. El poder de presión ciudadana sobre sus gobernantes cobra toda su potencia cuando está dimensionada respecto a un ámbito geopolítico proporcional a su capacidad de acción5. Y, hoy por hoy, solo el Capital es global.
Y este es el poblema del largo parto de Bruxelania. Frente a esa globalización económica, las distintas regiones del mundo configuran sus estados hegemónicos para optar y competir en el reparto de las plusvalías. En el caso de Europa, la globalización nos pilló inmersos en un experimento de postguerra, que dejaba de tener sentido rapidamente. La rectificación vino de la mano de la reunificación política alemana, quedando ya ésta definitivamente señalada como la potencia que debería ocupar su lugar hegemónico para la zona europea.
Una vez unificada como Estado, y con el ámbito de influencia garantizado por el afianzamiento de los distintos tratados de la UE, Alemania se encontró con la necesidad de generar una periferia que cumpliera con el cometido subsidiario que le corresponde en una economía de metrópoli. 
Y en eso estamos. La configuración de Bruxelania ha dado un paso de gigante con la "crisis de la deuda". Pero Alemania, una vez rendida la UE a su mandato, aún se encuentra con ciertas dificultades para constituir esta periferia necesaria para alcanzar el rango de hegemonía geopolítica que el Capital le exige ocupar en Europa, y con ello, el consiguiente ahorro estratégico de poder gobernar una multiplicidad de estados desde un solo centro.

* Denomino "Bruxelania" a la mutación resultante de la abdución de la Unión Europea (Bruxelas), por la potencia económica y política de Alemania.

1.-POR UNA EUROPA DE CIUDADANOS DE EUROPA.- El proceso de refinanciación de los países europeos deudores, cuyo último capítulo ha sido la quiebra de Grecia, ha supuesto, cuando no el enfrentamiento, la ruptura  de la confianza entre los ciudadanos  de las diferentes  naciones  de la UE y ha evidenciado el deterioro progresivo y acelerado, quizá irreversible, del proceso de formación de Europa. Nosotros ciudadanos de Europa –CDE- pensamos  que las distintas ópticas nacionales impiden la formación de  una imagen de la realidad, asumida por todos, que sea el punto de partida para los diagnósticos y las soluciones que propongan de los problemas comunes las diferentes opciones políticas. Pensamos que para tener esta visión compartida de la realidad el primer paso es profundizar en la democratización del Parlamento Europeo  -PE- mediante la elección de los diputados en listas únicas para cada una de las opciones políticas, es decir, formadas con candidatos de los países miembros de la UE y cuya circunscripción /distrito electoral,  único también,  sea el conjunto de  las naciones de la UE. El PE así elegido gozaría de la máxima legitimidad y consecuentemente la acción del gobierno elegido por él, sería respetada  por todos.[...]
2. Recordad aquella sentencia de Dijselbloem a Varoufakis: "Acaba de matar a la Troika".

3. Realmente, esta euforia solo se entiende si pensamos que debió de haber algún momento en el que Bruxelania temió no poder reconducir la situación política creada por el triunfo del "no" en el referendum.

4.Como ejemplo, el enano político que ha resultado ser el presidente Hollande en su política europea - en un gesto de valentía solo equiparable al de su bufonesco predecesor Sarkozy cuando dijo de "refundar" el capitalismo-, ha propuesto incrementar la mastodóntica maquinaria institucional europea con más burocracia parlamentaria, como forma de introducir un control democrático en el Eurogrupo. Multiplicar los europarlamentarios con eurogrupoparlamentarios, votar en España a conservadores o socio-liberales de Polonia, Finlandia o Rumanía, puede alimentar el imaginario de participar en la misma empresa. Pero el ejercicio real del poder hace que las fracturas sociales, y el empobrecimiento de las clases medias y populares atraviesen agrupaciones y alianzas parlamentarias.

5. En Grecia triunfó en las urnas un partido de izquierdas al que la presión económica de la entidad política superior en la que está inscrito le ha hecho terminar gobernando sostenido por los partidos de derecha a los que derrotó.


[Adenda de septiembre 2015]. El caos migratorio que siguen produciendo las consecuencias de la nefasta actuación norteamericana en Irak, ahora en su versión siria, nos está dejando una lamentable ilustración de todo ello. Mientras el mastodonte europeo intenta desperezar su torpe maquinaria institucional frente a la crisis de refugiados sirios, la acción decidida de particulares, organizaciones privadas e instituciones locales han dado un respuesta rápida y personalizada a un buen número de ellos, siendo el primer apoyo material y moral que recibían en su largo y tortuoso recorrido. Ha sido a partir de ahí que la UE ha aparecido queriendo presentarse como campeona del acogimiento, y hemos podido comprobar el cinismo de la Merkel, pasando de la famosa escena del llanto provocado a la joven palestina en el mes de julio -“Tú eres una chica muy simpática. Pero sabes que en Líbano hay miles y miles de refugiados palestinos. Y que si les dijéramos a todos que pueden venir.. y también a los africanos… No podemos hacerlo. Algunos van a tener que volver a su país”-, a la declaración de un acogimiento de 500 mil refugiados al año. Otra cosa será ver de dónde saca los 6.000 millones de euros que piensa destinar a tal fin, en el contexto de su política de austeridad. Si, como es razonable pensar, los va a recortar de las ayudas sociales ya existentes, asistiremos al incremento de una xenofobia cada vez más agresiva -recordemos los gritos de ¡Traidora! que tuvo que escuchar de sus votantes en su demagógica visita al albergue de refugiados de Heidenau, este mes pasado.

sábado, 23 de mayo de 2015

La palabra transparente.

Los jugadores de cartas (1597-1600) , Caravaggio.
El inagotable goteo de escándalos de corrupción político-económica, hace que cualquier comentario se quede caduco a las pocas semanas -a veces días- tanto en la indignación ciudadana, como en la cuantía -siempre superada- del descaro de los corruptos y corruptores, su osadía y su capacidad de mentir con toda la reiteración necesaria para atender a todos los medios de comunicación que les preguntan y preguntaron cuando solo eran indicios. 
Sin embargo, la mentira, por más que pueda ser rechazable, coloca al mentiroso en la lógica del discurso: el mentiroso produce su enunciado, y el oyente puede remitirse a un "orden simbólico" que garantiza la falsedad de aquel enunciado. A partir de ahí, el mentiroso puede seguir empecinado en la reiteración de su mentira, pero ésta ya ha quedado calificada como tal en el discurso que construye la realidad social.
Pero hemos asistimos en los últimos meses, en el discurso político de la derecha española, a una práctica mucho más grave, que parece apoyarse en el debilitamiento extremo que ha sufrido ese tercero simbólico, garante de la Ley del sentido, que media entre el emisor y el receptor en el intercambio de los mensajes en cualquier acto del habla.  Su gravedad reside en que ya no se trataría de la astucia o la estupidez del emisor, sino de un agujero en la lógica de la producción de los significados, que afectaría al lenguaje común de una sociedad que se ha desentendido del lugar central que debe de ocupar esa legalidad simbólica, que exige y da coherencia a la construcción misma del discurso, y a la producción del sentido que teje el lazo social entre los hablantes.
Frente a la debacle moral y política de la derecha española -la derecha de los aznares y los pujoles-, y teniendo en cuenta que ya no está en su mano el recurso al golpe de estado y el caudillismo, las estrategias de defensa frente a la irritación ciudadana pasa por gestionar tácticamente sus responsabilidades como políticos gobernantes retorciendo torticeramente el lenguaje y la lógica de sus pseudo-argumentaciones1.
Dos aspectos destacan en esta estrategia, y que se han ido produciendo por orden. En primer lugar, se ha dado por evidente, que la responsabilidad de los políticos corruptos la habían de dilucidar los tribunales, confundiendo responsabilidad política y responsabilidad civil o penal -evidenciando, de paso, la escasísima cultura democrática de nuestra sociedad. Esta estratégia alcanza su mayor grado de infantilización en la modalidad "mariana", por la que sus correligionarios hasta ayer son privados de sus nombres, para pasar a ser "algunos", "esos a los que vd. se refiere", etc, y sus corruptelas se pretenden hundir en el anonimato de "esas cosas que se dicen", "esas cosas por las que vd. pregunta", etc. Esta estrategia pueril de cerrar los ojos y afirmar que la realidad no está, que ha desaparecido, termina por agotarse en su efecto cómico.
La segunda, sin embargo, es mucho más seria, si la tomamos como síntoma del sesgo que está adoptando la comunicación interpersonal en la metamodernidad. Me refiero al espectáculo de teatro del absurdo al que asistimos cuando los políticos -ante la avalancha de evidencias que les incriminan, y ante la presión ciudadana que exige explicaciones-, adoptan la estrategia de mostrarse ellos también indignados -al tiempo que muy dignos-, y decir que asumen la responsabilidad de su gestión -"hemos tenido que adoptar decisiones muy difíciles..." bla, bla, bla-. Lo asombroso es que, una vez que se han llenado la boca con el reconocimiento de su responsabilidad, no se sigue ningún tipo de acto que fuera el efecto lógico consecuente: la asunción de responsabilidades políticas.
Después de asistir al engaño de destrucción masiva para obtener una mayoría absoluta en las pasadas elecciones generales, con un programa del que no han cumplido ni las notas a pié de página, sin que eso haya tenido consecuencias políticas ninguna entre los responsables sostenedores de la mentira, ahora nos encontramos con que el reconocimiento expreso de la responsabilidad del incumplimiento no implica ningún acto coherente con lo que afirman sus enunciados de dicho reconocimiento. Es decir, la palabra parece que ya no vehicula un significado que dé coherencia al discurso como lazo social entre los hablantes. Esto es tanto como decir que la palabra ya no vincula a los interlocutores.
Tal vez esto sea coherente con el descrédito que sufre lo escrito hoy en el tiempo del imperio de la imagen, el tiempo en el que desaparecen los vínculos colectivos para dar paso a los acuerdos individuales, un tiempo en el que la comunicación de contenidos ya no  dispone del tiempo necesario para su descodificación, y se sustituye por la lectura de los gestos y los emoticonos, la lectura en superficie que surfea sobre la superinflacción de los hipervínculos.
En su marco más general, la palabra ha perdido hoy el carácter de compromiso que la vinculaba con su locutor, al punto de identificarla a su honor, a la totalidad de su valor como persona. El que hablaba y su dicho eran una unidad solidaria, una totalidad. Tal vez fue la generalización de la escritura la que debilitó, ya en una primera instancia, el prestigio de la palabra hablada, para ceder su gravedad a un texto más perdurable, más reproducible, una palabra más económica y ágil al concretar su valor de "dicho" en la firma que identifica a su autor.
En el segundo bucle cultural al que asistimos hoy, por el que la escritura se debilita por  el imperio de la imagen, la palabra hablada queda casi reducida al ruido de fondo que la acompaña.  El valor de compromiso de la palabra no vive su mejor momento en una metamodernidad que se vale de ella para la seducción y la propaganda, para la infatuación del propio yo, para devaluarla, en fin, en los discursos de las promesas vanas y las elegías impostoras de la publicidad, la política y la religión. 
Pero también  en las relaciones interpersonales vemos la misma devaluación de la palabra que compromete. En las relaciones sentimentales, amorosas, las promesa de amor duradero, de fidelidad, de compañía, de cuidado mutuo, han de entenderse hoy sin la gravedad que han portado en épocas anteriores las palabras que las expresaban, si no se quiere sucumbir en el desengaño, la decepción, la desilusión, el descreimiento. Aquí no se trata tanto del engaño calculado, del uso canalla del lenguaje, como de la inestabilidad de unas significaciones que ya no tienen ese referente común con la autoridad de entonces, por lo que el valor preciso de la significación otorgada a aquello que se dice ya no depende tanto de un acerbo común que se comparte por todos, sino que dependen cada vez más de ese ego del locutor que referencia a sí mismo el valor vinculante de lo que dijo, a sus propias  expectativas de goce, a sus apetencias, a sus ansiedades circunstanciales, a los vaivenes de su deseo desorientado y volátil.

1. La maraña de mentiras que ha tenido que trenzar y sostener el Partido Popular en el gobierno durante estos últimos cuatro años de infamia, produce ya situaciones esperpénticas como espectáculo, y patéticas como penitencia de los propios mentirosos. Entre los que se están produciendo en este declive de la dictadura de la corrupción de la derecha española, merece resaltarse la emergencia del inconsciente de las señoras Cospedal y Aguirre. La inefable Cospedal, en su enésimo esfuerzo por negar los hechos con las palabras, afirmó en un par de ocasiones diferentes y en sendos actos públicos de su partido (en 2012, y abril de 2015) que "Este gobierno ha hecho mucho por saquear al país", no sabemos si queriendo decir "sanear", o "sacar". De similar calibre es su afirmación en su cuenta oficial de Twitter (noviembre 2014): "No vamos a perder ni un minuto en luchar contra los que defraudan  en la democracia." Por su parte, la lideresa Aguirre nos ha tenido entretenidos varios días tratándonos de convencer que la palabra "exactamente" no significa la afirmación del enunciado sobre el que se aplica. En su esfuerzo de desmarcarse de la corrupción institucionalizada en su partido en un debate en TV, el director adjunto de El Mundo afirma que han cobrado sobresueldos  en la cúpula del PP, a lo que ella le interrumpe para decir : "Yo no"; por lo que Inda precisa, para darle la razón, que cobraron sobresueldos todos menos Aguirre y Gallardón;a lo que "la Espe" sentencia sonoramente: "Exactamente", afirmación por la que se entiende que Rajoy y los demás no quedan en muy buen lugar.



jueves, 21 de mayo de 2015

Leyendo a Piketty 3/3: Tyché y Automatón del Capital.

"de ti me fío, redondo
seguro azar."
P. Salinas
Desde siempre, la vida de los hombres les ha parecido guiada por fuerzas del todo ajenas a su voluntad. Esto no supone mayor problema cuando se acepta una voluntad mayor, y la sociedad se organiza teocráticamente. El problema surge para las sociedades racionales, en las que el pensamiento laico sigue encontrándose con la experiencia de hechos que insisten en presentarse como autónomos en su ocurrencia.
Las dos formas en las que esta oscura voluntad se hace más decisivamente presente en la vida es el azar de lo que sale a nuestro encuentro sin haberlo buscado, y la repetición de lo que insiste independientemente de cualquier decisión. Un campo privilegiado para experimentar ambos es la vivencia de lo social en nuestra vida particular.
La investigación de Piketty parece orientada a intentar responder una sola pregunta: ¿Cómo "retomar el control del capitalismo"1 en  un mundo sin fronteras para el capital? "Retomar" ya nos indica que, al menos un cierto control, ya hubo en otras épocas anteriores. Sin embargo, el capitalismo es un sistema de acumulación, y la incidencia que tuvo la aparición y el desarrollo de la tecnociencia disparó la producción de la plusvalía y, con ello, las cotas de acumulación en manos de los propietarios históricos del poder y la riqueza, hasta llegar a su climax al comienzo del siglo XX. Esa ingente cantidad de capital acumulado en el mundo rico -Europa, por aquel entonces-, no encontró su límite más que por los desastres de las guerras mundiales, y la depresión económica y la locura inflaccionista del breve periodo de paz entre ellas. Los efectos de la destrucción generalizada, la lección política y económica derivada de todo ello, y el hecho inédito en la historia de la existencia de una alternativa al capitalismo -la economía planificada por el Estado-, trajeron "los gloriosos treinta", tres décadas de crecimiento económico, y control del Capital por los gobiernos democráticos.
La desregulación económica neoliberal de los ochenta, y el imperio de la informatización en la Cultura, han revertido este breve interegno de justicia distributiva, y ha puesto la acumulación de capital en cotas equivalentes a las de hace un siglo, y en niveles de desigualdad social difícilmente soportables -ese 1% dentro del 10% de los que lo poseen prácticamente todo-3
Con todo, lo más preocupante es la previsión -aún eligiendo el escenario intermedio- para el futuro venidero. En un panorama de crecimiento económico muy modesto -entre 0.5 y 1.5%-, el rendimiento del capital se mantendrá en una media entre el 4.5 y el 5% anual. La brecha social se ahondaría hasta simas inimaginables, en un "crecimiento sin límites de las desigualdades patrimoniales mundiales que hoy día crecen a un ritmo insostenible a largo plazo [...] y carecen de utilidad para el crecimiento"2 económico. 
La derivada política de este panorama es que la influencia en la gobernanza mundial de estas élites económicas les permitiría prescindir de facto -y quién sabe si no de iure también- de cualquier tipo de control democrático para sus actividades - como ya vemos que se va gestando en el futuro TTIP4-.
Entendemos así mejor algunos elementos y estrategias de la crisis económica provocada por el capitalismo financiero. Como la expectativa de generar plusvalías por el crecimiento industrial se había reducido drásticamente, hubo que forzar el azar de los buenos encuentros económicos. El capitalismo se convirtió en el casino financiero de las operaciones, primero arriesgadas, y después disparatadas. El resultado, catastrófico a nivel social, ha instalado a los diseñadores y exclusivos beneficiarios de ese sistema criminal en unos niveles de ingresos, que ya no van a tener que hacer más que multiplicarse mecánicamente en el automatismo financiero de la especulación bursátil. 
En otros países, como es el caso de España, la provocación del azar esquivo ha venido de la mano del desfalco de la riqueza pública a manos de las élites políticas y económicas de la derecha española. Se trataba de enriquecerse lo más posible, en el menor tiempo posible, para forzar la mayor acumulación posible de capital. Una vez conseguido, se trata de dejarlo crecer en las plazas bursátiles salvajes, y en las encubadoras de los paraísos fiscales. Así, por ejemplo, se estima que la familia Pujol ha ingresado, como ejercicio de sus -aún presuntas- prácticas corruptas, del orden de 1.800 millones €5 -cifra ya de por sí a nivel de presupuesto autonómico. Si aplicamos el automatón financiero del 5%6, el resultado es que la buchaca aumenta en 90 millones € por año. Por más lujo que podamos suponer en el consumo diario de estos apandadores, es evidente el monto que restaría para reinvertir, y así - en un etc ilimitado - hacer creer la masa del capital disponible.
La receta de Piketty, en principio, es sencilla: un impuesto progresivo anual sobre el capital en las zonas geopolíticas homogéneas -que presupone la existencia de una reglamentación compartida y homogénea de transparencia fiscal y comunicación automatizada de datos a nivel internacional-, y, sobre todo, "apostar por la democracia hasta sus últimas consecuencias." 
La dificultad reside ahí precisamente, en el hecho de que la condición económica de las sociedades no es ni un destino, ni una ciencia: es una decisión política. Entre el azar y el automatismo, la ética.




1. Cf. p.645.
2. Cf. p. 644.
3. Hoy mismo, el periódico El País on-line trae la noticia de que: "La crisis lleva la desigualdad entre ricos y pobres a niveles récord. El 10% de los españoles menos favorecidos perdieron un 13% anual de ingresos por un 1,5% de los más pudientes."
4. Transatlantic Trade and Investment Partnership -Tratado Transatlántico de Comercio e Inversión- que negocian en este momento los EEUU y EU en la mayor opacidad democrática posible.
5. Diario El Mundo on-line, 03/08/2014.
6. Pikkety muestra que, según aumenta el monto de capital invertido, el rendimiento del capital puede alcanzar niveles del 10% anual.

jueves, 2 de abril de 2015

Leyendo a Piketty 2/3.

Cuando concluyó la primera década del siglo actual, el reportaje especial que el periódico El País dedicaba al periodo transcurrido, afirmaba que no se podría nombrar dicha década con ningún rótulo que pudiese describirla sintéticamente. Los atentados del WTC de NY, a pesar de su brutalidad, no dejaban de ser un hecho puntual que no podía calificar al conjunto de la Cultura global de la primera década del nuevo milenio. "2000-2009: Los años de nada", era el título elegido, y "... la década que dejamos atrás [...] lo que no tiene es ni nombre1", resumía la tesis del reportaje.
Tal vez faltaba la pequeña perspectiva necesaria para que el crash financiero que estallaba en ese final de década nos diera mejores titulares. El texto de Piketty nos proporciona uno de suficiente alcance y entidad, que califica un cambio cultural inédito en la historia, un cambio que supone una configuración social novedosa en la generación de la riqueza que distribuye a la sociedad en función de su capacidad económica: La era de los superejecutivos.



No es que se haya producido una sustitución absoluta de la riqueza patrimonial -rentas-, por aquella producida por los salarios, pero sí se podría hablar así teniendo en cuenta que hay que remontarse al 1% de la población más rica para que su riqueza proceda de las rentas patrimoniales. 
Es interesante notar la reversión a la que apunta este comienzo del siglo XXI respecto del anterior. El gran logro en la redistribución de la riqueza que aportó el siglo XX, tras la relativa tabula rasa que supusieron para Europa las tres décadas de conflictos armados y sociales -1914/1945-, fue la creación de una "clase media patrimonial", por la que el 40% de la población llegó a acumular el 35% de la riqueza -reteniendo el 10% de la población un 60%, y quedando el 5% restante para el otro 50% de la población-. Esto ha supuesto para Piketty "la transformación estructural  más importante de la distribución de la riqueza a largo plazo"2 en la historia, sobre todo si tenemos en cuenta que hace un siglo era el 90% de aquella la que detentaba el 10% de la población europea. 
La perspectiva de bajo crecimiento a largo plazo que inaugura el siglo XXI, amenaza de una forma definitiva el logro de aquel momento histórico de redistribución. Y no por un proceso mecánico, inexorable. En aquella época dorada, las políticas impositivas sobre el capital fueron un hecho central para que esta "democratización" de la riqueza se diera. Sin embargo, la globalización financiera, y la desregulación generalizada a partir de los años '80 del siglo pasado, han desencadenado una competencia feroz entre los estados para atraer inversiones, en una estrategia que tiene como horizonte la pura y simple supresión de los impuestos al capital3.
El escándalo que ha producido las ingentes retribuciones que se han llevado los altos ejecutivos que hundieron sus respectivas entidades bancarias son el paradigma del éxtasis de una avidez de acumulación, que solamente se explica en la legitimación ideológica de una "lógica" retributiva que abisma la diferencia salarial entre los superejecutivos y el precariado.
Como han mostrado los escandalosos casos de la banca americana y española -entre otras-, a partir de cierto nivel de la pirámide de remuneración, los directivos -también se da entre la clase política4- se asignan ellos mismo la cifra de sus emolumentos, sus bonus, complementos, incentivos -por más que a veces sean necesarios ciertos formalismos reglamentarios, institucionales, o la intervención de instancias colectivas de sus propias empresas o instituciones-. En la práctica, dichas retribuciones escapan a cualquier criterio objetivo, incluso a la usual noción de "productividad marginal individual", de utilidad en las escalas inferiores y medias de la producción. A medida que se asciende en la jerarquía directiva, las "funciones no duplicables" se van generalizado, por lo que es ilusorio poder medir la productividad diferencial entre dos directivos5
Se asume así una arbitrariedad, que deja la gobernanza de las empresas e instituciones a meced del criterio de factores básicamente ideológicos, los cuales pueden impregnar el sistema de creencias de una sociedad. Y es éste el que provee las normas sociales que sirven de marco "regulador" de la consideración social que se tiene de cuál es la aportación de cada colectivo a la generación de la riqueza real de un país concreto. La "revolución" neoconservadora anglosajona preparó a la sociedad convenientemente para tolerar la explosión de las diferencias salariales durante los años´80, exaltando la moral del éxito -tan arraigada en su cultura winner/loser-, al tiempo que se demonizaba a la clase obrera -denominados despectivamente chavs6 en Inglaterra- como autora de un parasitismo social que provocaba el lastre económico que se reflejaba en los balances del endeudamiento nacional. La "tasa marginal superior" del ingreso salarial había caído fuertemente en esas sociedades de la posguerra, por la fiscalidad instaurada en las décadas anteriores sobre "los ingresos considerados indecentes7", y las élites económicas reaccionaron ideológica y políticamente para producir la reversión del consenso social imperante por el que la riqueza debía de ir ligada al mérito en las sociedades democráticas.
Asistimos así a la instauración de una circularidad económico-política, por la cual, esa explosión de las remuneraciones a los altos directivos, les permite incrementar su influencia política sobre aquellos que pueden allanar las condiciones fiscales para perpetuar la progresión ilimitada en la generación de ese diferencial de rentas entre ese 10% de los más ricos, y el 90% del resto.

1. Viernes 27 de noviembre de 2009.
2. Cap. X, p.371.
3. Muestra de esta tendencia es el "escándalo" de las prácticas fiscales del señor Juncker -actual presidente de la Comisión Europea de la U.E.- con las grandes compañías multinacionales cuando era presidente de Luxemburgo.
4. Por ejemplo, leemos en "El Diario de Sevilla" (on line, 25/03/2015): "Un acuerdo 'secreto' del Parlamento andaluz subió el sueldo de los diputados en 2013 [...] Rectificaron un año más tarde [cuando lo aireó la prensa] Apenas tres meses antes [...] los diputados habían renunciado a cobrar la paga extra "en solidaridad" con los recortes salariales a los empleados públicos [...]"
5. Recordemos, solo a título de muestra, que Richard Fuld se llevó 480 millones $ por hundir Lehman Brothers, y Bob Diamon 50 millones € por hacer lo propio con Barclays Banc, en el crash financiero de 2008. El total en sueldos, primas, bonificaciones, incentivos, etc, de los super-ejecutivos que llevaron a sus entidades a la quiebra -o al borde de ella- se estimó en 80.000 millones $. 
6. Chavs: la demonización de la clase obrera, de Owen Jones, 2012.
7. Cf. p.369.