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jueves, 4 de diciembre de 2014

Retorno de la dialéctica.

Al pánico mediático y político que ha promovido la consistencia de los resultados de los últimos sondeos de intención de voto, confirmando la emergencia de Podemos como fuerza política con opción de gobierno, se ha unido el inagotable desfile de corruptos que minan la totalidad del entramado social del sistema político-económico de la democracia española, hasta tal punto en cantidad, intensidad y extensión que ya es un lugar común hablar del agotamiento del régimen de 1978, y de la necesidad de una reforma constitucional de la suficiente amplitud y profundidad como para resetear la totalidad del sistema político, incluso del conjunto de la sociedad española.

Ha habido un error de cálculo por parte de la alianza neoliberal-conservadora triunfante en los últimos veinticinco años. La implosión de la URSS resolvió una dialéctica actuante desde mediados del siglo XIX, entre el capitalismo y las ideas socialistas. Esto hizo pensar al mundo que el fin de la historia se materializaba de esta manera, y que comenzaba una era en la que la tesis resultante de aquella dialéctica no solamente era monodiscursiva -"solo el Capitalismo es posible"-, sino también monopolar -EEUU como Imperio del orbe-.
Sin embargo, no tardó en emerger por el lado de lo político-militar una fuerza de facto -el terrorismo yihadista-, activa y militante, que amenazaba sus intereses en el corazón de su maquinaria energética. No obstante, la exterioridad económica a los planteamientos capitalistas hace que, lo que hoy ya se autodenomina como "Estado Islámico", no alcance a construir una antítesis global al capitalismo, y permanezca en el rango de la rivalidad regional, por más que sus acciones puedan darse en cualquier parte del globo. Su especificidad dialéctica radica en una cultura que conserva  la fuerza del Ideal como oposición a la seducción del objeto de consumo, oposición que tuvo su última oportunidad en la cultura europea en ocasión del movimiento romántico de la primera mitad del siglo XIX.
Desde la periferia -que no del exterior- del Imperio, los movimientos de izquierda hispanoamericanos, en la primera década del nuevo siglo, habían empezado a conseguir democráticamente gobiernos -bajo el signo antiimperialista y el ansia de participación de la ciudadanía-, que superaban la partitocracia histórica de los partidos conservadores tradicionales.
La lógica de que venga desde hispanoamérica la antítesis a las políticas neoliberales, radica en el triunfo de las políticas de una izquierda que no podía ser más que una izquierda popular, habida cuenta de la inexistencia amortiguadora de los partidos socialdemócratas a la europea. Su aparición en Europa sigue esta misma lógica. La crisis de 2008 ha precipitado la autoinmolación de lo que quedaba de la socialdemocracia europea después del fracaso de las "terceras vías" de los Blair, los Schröder, y los González, y su pasteleo con los grandes intereses económicos. 
Los lazos culturales y económicos con España, así como la ferocidad de las medidas económicas dictadas desde el Banco Central Europeo -introducidas por el socialista Zapatero, y aplicadas devótamente por el gobierno ultraconservador de Rajoy-, y que han empobrecido al conjunto de la sociedad1, unido a la deslegitimación de la clase política por el ingente escándalo de corrupción sistémica, hacen de España un terreno adecuado para que emerja una alternativa política democrática ciudadana sobre la experiencia hispanoamericana, pero en la que no podrán cuajar las tentaciones caudillistas que la amenazan al otro lado del Atlántico. Aunque, por contra, España no tiene los recursos naturales que aseguren un margen de autonomía económica como garantía de financiación para hacer frente a los ataques de la especulación financiera. Este engarce con la joven tradición de gobiernos anti-imperialistas hispanos, seguramente nos proteja también del recurso a la extrema derecha emergente en otros países europeos también golpeados por la política austericida alemana2. Esa es la "tradición" europea en los momentos de fracaso democrático -desde que la República de Weimar diera paso al nazismo-, y, decididamente, no me parece preferible.
Pienso que, aunque solo sea por el hecho fundamental de haber relanzado la dialéctica social en su sentido más amplio, merece que saludemos la constitución de Podemos como fuerza política.


1. El poder adquisitivo de los hogares españoles ha caído un 17% de media -entre el 43% de los que menos ingresan y el 3% de los que más-, haciendo de nuestro país el de mayor crecimiento de las desigualdades dentro de los países desarrollados. Además, el 20% de los hogares con mayor renta reciben el 25% del presupuesto destinado a prestaciones económicas, frente al 10% que reciben el 20% de menor renta (OIT diciembre 2014). 
Por otra parte, la Agencia Tributaria nos informa que tres de cada diez trabajadores españoles percibe un sueldo mensual inferior al Salario Mínimo Interprofesional, y que más de la mitad de los asalariados españoles no alcanzan los mil euros al mes.  Mientras, los salarios de los altos ejecutivos y consejeros de las empresas del IBEX 35, no han dejado de subir ni un solo año durante la crisis, a una tasa de crecimiento medio del 5%. 
Más datos: según el 7º Informe FOESSA (octubre 2014), sólo el 34,3% de los españoles vive con normalidad, sin estar afectado por carestías esenciales, mientras que un 40,6% se va hundiendo en la precariedad, el 24,2% sufre ya exclusión moderada y el 10,9% está en severa marginalidad. Hace solo seis años no tenían problema la mitad de los españoles (50,2%). A finales de 2013, había en España 11.746.000 personas en situación de exclusión (es decir uno de cada cinco ciudadanos son personas sin empleo, sin sanidad, sin vivienda...).

2. El mismo Financial Times publicaba un artículo de uno de sus editorialista (noviembre de 2014) con el título inequívoco de "La izquierda radical tiene razón respecto a la deuda de Europa", en el que califica de "políticas de estricto sentido común", las propuestas de las fuerzas de izquierda de  reestructuración de la deuda.

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