Al día de hoy, empieza a ser corriente hablar de "austericidio" para referirse a la política económica suicida que ha impuesto la derecha alemana al conjunto de la UE, ante el asombro y la protesta de las demás potencias económicas mundiales, y en contra de los datos que arrojan año tras año los informes de los Estados e instituciones nacionales e internacionales. Bárbara Tuchman definía cuatro formas de mal gobierno: la tiranía u opresión; el exceso de ambición; la incompetencia o decadencia, y, por último, la insensatez o perversidad. Son cuatro formas de sinrazón a través de las cuales los gobiernos de multitud de estados, a lo largo de los milenios de la Historia, han llevado a las naciones a buscar su propia ruina o, incluso, la destrucción del propio Estado, gobernando en contra de sus conciudadanos -incluso cuando han sido electores de esos mismos gobiernos. No hace falta insistir en que estas cuatro modalidades pueden combinarse de distintas formas,
Para definir como "insensatez o perversidad" la acción de los gobiernos, Tuchman exige que se cumplan tres condiciones: que sea la política ejercida por un grupo, más allá de cualquier individualidad; que dicha política sea percibida como contraproducente por sus mismos coetáneos; y, por último, que otro modo de gobernar fuera posible. Si unimos al cumplimiento de estos requisitos de la insensatez, la modalidad anterior -la incompetencia-, tal vez logremos la radiografía del gobierno actual de la UE, y del de nuestro propio país,
Este mes de noviembre, hemos celebrado el primer año de gobierno "mariano", con la entrada en vigor del último gran decretazo, que refrenda el estilo autoritario de la derecha española. Me refiero al pago de tasas para el acceso y uso de la Justicia, por parte de los ciudadanos -que no del propio Estado, que es el más litigante de todos los usuarios-, y que termina con el acceso gratuito a la justicia para aquellos.
Como estos aniversarios son siempre momento de hacer balance, podemos decir que la derecha española puede estar contenta y satisfecha con lo logrado en tan solo un año. Porque la re-configuración del Estado que está llevando a cabo, avanza velozmente en todos lo campos a golpe de decreto-ley, sin necesidad de pactos -para eso disfruta de su mayoría absoluta-, ni acuerdos, ni conversaciones con ninguna otra fuerza política, u organización o colectivo social. Ellos solamente negocian con aquellos de los que reciben las directrices económicas: la deutche-troica. Y eso se limita a una cuestión de formas, ya que el ideario político y económico es compartido.
Y digo que es una fecha señalada, porque el encarecimiento súbito y disparatado del acceso a la Justicia -que la hará directamente inaccesible para un gran número de ciudadanos-, era la última pieza necesaria para terminar con el estado social y de derecho, sin necesidad de modificar la Constitución, y comenzar ya, en su globalidad, a construir el estado neoliberal que exigen los Mercados -el capitalismo financiero-, como condición de viabilidad para la Unión Europea misma, como proyecto político-económico multinacional.
La nueva justicia que quiere nuestro ególatra ministro -siguiendo el estándar de justicia anglosajona-, debe atenerse, como en el resto de los ámbitos del Estado, a un modelo exclusivamente economicista, lejos de cualquier criterio social. Algunos datos de este mismo mes ayudan a entender la significación del sistema de tasas impuesto por el ministro Gallardón -la esperanza blanca de la derecha civilizada española, que ha visto a su criatura transmutarse en la bestia nacional-católica que habitaba en sus genes, en cuanto ha probado la sangre del poder ministerial-: casi seis millones de parados, un 55% de paro juvenil, el 40% de los salarios por debajo de los 1000€, y el 70% por debajo de los 2000€, la pérdida acumulada de un 30% en el poder adquisitivo de los funcionarios. Las tasas de la justicia del gobierno neo-conservador español suponen hechos tan surrealistas como que costará 200€ recurrir una multa de 100€. Pero, sobre todo, supondrá que la inmensa mayoría de las clases media y populares queden disuadidos/excluidos/privados de la posibilidad de litigar frente a despidos arbitrarios, abusos administrativos y policiales, los fraudes bancarios y comerciales, los conflictos civiles y familiares, etc.
Evidentemente, y en una nueva exhibición de cinismo y uso canalla del lenguaje, todo esto se justifica para poder continuar manteniendo una justicia gratuita. Pero no menos hiriente es que el gobierno haya presentado como gran argumento el hecho de que, en el extranjero, se hubieran quejado del atasco y la lentitud de nuestra justicia. No son, pues, los intereses de la ciudadanía española los que promueven y dirigen estos cambios. Se trata de facilitar la "seguridad jurídica" de los intereses del capitalismo global. Mientras tanto, la sociedad descubre que la diferencia entre "Legalidad" y "Legitimidad" -que ya ha aplicado para desvincularse del estamento político-, tiene su equivalente en la diferencia entre "Derecho" y "Justicia". Y se indigna al comprobar que, mientras se apresuran a imponer estos cambios en las reglas de juego, se mantienen leyes como la del desahucio. O se mantiene la figura del "Indulto", para que el Poder Ejecutivo pueda burlar a la Justicia, y dejar en libertad a los que, inevitablemente condenados, han sido fieles siervos del poder político (p. ej. caso CiU), económico (p. ej. caso Santander), policial (p. ej. el doble indulto de los mossos torturadores), y un largo etc.
El diseño es claro1: se suprime la masa del capital presupuestado para atender los derechos sociales (privatizaciones); se detrae la renta del trabajo (reducción de salarios/aumento de tasas e impuestos); se reprime con la violencia del Estado las manifestaciones de protesta social; y, por último, se impide la reclamación de aquellos derechos por la vía judicial (sistema de tasas). Todo legal, y sin tocar la Constitución y su exigencia de "Estado Social y de Derecho".
Ha sido común que el cine de ciencia-ficción escenifique un futuro de sociedades miserables y devastadas en base a dos temas. Por un lado, aquel de la injusticia que suponía el desplazamiento del hombre por la máquina, y el avance imparable de la tecnología. Como si fuera "ley de vida", la especie humana perdía la batalla del "progreso", que, inevitablemente, era deshumanizador. El segundo tema era el catastrofista: algún cataclismo -natural, o producto del manejo de la ciencia-, destruía la estructura material de las civilizaciones, por lo que la inmensa mayoría de la población quedaba en un estado de indigencia y pura subsistencia, asistidos miserablemente por la parte político/económica que se había salvado, gracias a sus propios recursos, previamente monopolizados.
Sin embargo, ambas figuraciones escamoteaban la narración de un desastre humanitario surgido de lo más íntimo de las propias sociedades, como es su propio sistema económico. El triunfo del modelo neo-liberal, en un momento histórico como el actual, que posibilita su proyección universalizante, está en condiciones de generar un volumen ingente de excluidos de los social, no ya solo de lo económico: excluidos los trabajadores por el paro de larga duración; excluidos los ancianos de la protección que necesitan; excluidos los enfermos de la asistencia imprescindible; excluidos los trabajadores de la cultura crítica por su inconformismo, así como los movimientos sociales alternativos; excluidos niños y jóvenes de una formación que les haga viable un futuro; semi-excluida la gran masa de los trabajadores que sean imprescindibles, por la percepción de unas rentas miserables, que -decía el viejo Marx- solo les permitirán reproducir sus condiciones de subsistencia, para reproducir su fuerza laboral (en la Alemania de frau Merkel, 4,6 millones de asalariados perciben un salario que no les permite salir de la pobreza).
Cartel anunciador de la película |
El diseño general previsto, pues, configura, una vez logrado, un Estado excluyente como modelo para una sociedad meta-moderna, Cuando esta sociedad de excluidos llegue, el destino nos habrá alcanzado definitivamente . Y Soylent Green dejará de ser una fantasía futurista distópica, para haber cumplido, una vez más, el axioma de la anticipación ficcional de la realidad. ¿O no se va apuntando como ideal del capitalismo de mercado, que la gran masa de la población pueda llegar a no tener más propiedades ni recursos que a sí mismos, incluso como alimento para alimentarse?
Ahora podemos entender a qué se refiere el ministro Gallardón cuando desautoriza a los críticos de sus iniciativas, diciendo que estos solo quieren preservar el "Antiguo Régimen". El antiguo régimen es el estado del bienestar que tan afanosamente están esquilmando. Y el Nuevo régimen es al que apuntan tanto él y los Rajoy, como los Merkozy y los Cámeron, como antes los Tatcher, y los Regan, éste de la exclusión de casi todos, y los privilegios de unos pocos, un nuevo medievalismo, más feroz e injusto esta vez, por cuanto habrá sido el producto de una elección, y no de la necesidad. Porque, efectivamente, el Mal requiere de la Libertad 2.
1. Se calcula en 15 mil millones de euros la renta rescatada para los Mercados en este primer año "mariano".
2. Por eso es tan importante para el discurso de la derecha presentar su política esquilmadora como "la única posible", y como fruto de "la necesidad" económica. Solo así se puede presentar como un error la política del gobierno socialista, la cual sí fue fruto de una elección, de una decisión libre. De esta forma la derecha justifica presentarse ante la sociedad como a-responsable de sus desmanes actuales, mientras carga toda la responsabilidad de sus propios actos a los gobiernos socialistas precedentes, los únicos que pudieron actuar con libertad.
La situación se está poniendo como para echarse a llorar primero y después lanzarse sin tregua a protestar. Si en Madrid un millón de personas se echasen a la calle (pacíficamente, eso sí) ¿acaso no se acojonarían estos impresentables?
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