Cita

martes, 20 de septiembre de 2011

En el 10º aniversario: Dos anacronismos.

Visitando Rennes, en la Bretaña francesa, y al conocer la pequeña historia del pavoroso incendio que sufrió la ciudad en el siglo XVIII, me vino a la mente el aniversario de la destrucción del World Trade Center.
El atentado a las Torres Gemelas participa de la paradoja de ser un hito del nuevo mundo globalizado, realizado a partir de una carga simbólica medieval.
Desde la mítica Torre de Babel, símbolo de la soberbia humana contra Dios, hasta las Torres Petronas de Kuala Lumpur, las torres dibujan la cartografía del poder a lo largo de la geografía y de la historia. En el nuevo mundo globalizado, el desplazamiento del poder económico hacia la cuenca del pacífico ha venido inmediatamente acompañado de la proliferación de torres-rascacielos en las nuevas potencias económicas del mundo. Los típicos barrios horizontales de Beijín, pegados al sueldo, y de callejones estrechos, han sido arrasados para dejar espacio a las construcciones verticales que rivalizan con las de Shangai en número y altura. La nueva Revolución Cultural ha elegido el rascacielos como signo de poder económico, en la mejor tradición simbólica de occidente.
La torre participa esencialmente -en el imaginario cultural- de la atribución fálica: crece desde su base, desafiando la gravedad, y apunta al lugar de la morada del Dios todopoderoso. Es potencia. Por ello es poder. Lo representa.
Pero la altura de su cima no es solamente la exhibición de su potencia fálica, referencia de poder para los posibles rivales. No es solamente una altura para ser visto. También es una altura desde la cual ver. Es decir, vigilar. Es desde la altura que “Dios lo ve todo”. Es desde la altura que el ave domina vigilando a su presa. Cuanta más altura, más horizonte vigilado, hasta lograr completar su curvatura con la tecnología espacial. Es desde la altura que los satélites de Google nos localizan, o muestra nuestra casa en cualquier rincón del planeta en el que esté. Si en otro tiempo hubo que multiplicar las torres vigía para advertirnos de la presencia del extraño, hoy ya no hay cara oculta en la esfera tierra. Ya no hace falta que gire para mostrar su reverso.
Los tres estamentos tradicionales en las sociedad poseían cada uno la torre que simbolizaba su poder propio. Para el poder militar, la torre de su castillo, torre del homenaje, lugar que solía albergar al señor feudal. Para el poder religioso, la torre del campanario de la iglesia -aunque en el bajo Medievo la altura de las catedrales góticas rivalizaba con ellos, o la altura y sus cúpulas a partir del Renacimiento. En la religión islámica los minaretes cumplían el mismo objetivo simbólico .Por eso es tan potente la imagen de aquella frase del hoy primer ministro turco Erdogan, cuando compendió en ella todo su ideario de identidad política, religiosa y militar: él -como representante del poder civil-, apelaba a los minaretes de las mezquitas -poder religioso-, como los misiles del islam –poder militar-.
El poder civil también tiene su torre. En la historia de la región de Flandes, Valonia y el noroeste de Francia, la torre que representaba este poder civil, logrado a partir de la conquista de las libertades y derechos civiles contra el poder militar y religioso, era el beffroi. A medida que los burgos se liberaban del yugo feudal erigían sus beffroi, cuya campana no repicaba para rezar, sino que señalaba hechos civiles, y entre sus muros se ubicaban dependencias burocráticos ligadas al ejercicio de los derechos y la administración de sus ciudadanos. Hoy en día son Patrimonio de la Humanidad precisamente por su valor simbólico en aquellaemergente independencia cívica”, a la que lograron llevar a un grado de democracia “de gran significado en la historia de la Humanidad”. 
Beffroi de Tournai, Valonia.
En la historia de España tenemos un ejemplo princeps de la enorme carga simbólica de la arquitectura de la torre. También en el momento de un cambio cualitativo en la estructura del poder político de la península, se dio el desmochamiento de las torres señoriales -casas y palacios- de Cáceres, como castigo real por haber tomado partido por la aspirante al trono -Juana la Beltraneja- en la guerra civil de Castilla, en el siglo XV, frente a la finalmente triunfadora Isabel I.
La elección de derribar las Torres Gemelas obedece pues, a la misma lógica que la prohibición de erigir minaretes en algunos países europeos No se impide la libertad de culto, pero sí el símbolo de este poder religioso en el espacio cultural de la otra religión. Las Torres Gemelas poseía una enorme carga simbólica en este sentido. Eran la mejor realización de la representación del poder civil-económico de la gran potencia de todo el siglo XX. Desde su doble altura -las Torres Petronas también son dos, y también gemelas-, atraían la mirada ad-mirada del resto del mundo. Y desde ella, el poder imperial USA vigilaba el orden mundial surgido de su hegemonía militar y económica.
El derribo del WTC quería corregir el anacronismo que empezaban a ser en el cambio de milenio, como símbolo de un poder mundial que ya se estaba desgajando hacia oriente, y convirtiéndose en multipolar. En las últimas décadas, nuevos beffroi van surgiendo por doquier en las diminutas monarquias oligárquicas del Golfo pérsico, en el gigante chino, o en el populoso sudeste asiático, sin que signifiquen, en cambio, un avance en las libertades democráticas de aquellos pueblos. Son los beffroi del siglo XXI, castrados de su componente simbólico de conquista de derechos y libertades ciudadanas, solamente les sostiene la ostentación del poder del capital triunfante.

1 comentario:

  1. Cabe citar al Ayuntamiento de Hamburgo -erigido en 1897- como otro ejemplo más. La torre del Ayuntamiento es la entrada principal. En esta está escrito en latín: "Nuestros descendientes velarán con celo por conservar la libertad que consiguieron nuestros antepasados.".

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