Dentro de la línea temática del blog, quisiera emplear la entrada de hoy para presentaros la publicación de mi último libro, Hybris del Arte Contemporáneo*.
Tomar el significante Hybris de la cultura clásica griega para
comandar el título del texto, no obedece a ninguna indagación filológica por mi
parte. Durante el último par de años, es un término que ha salido a mi encuentro
en diversas ocasiones y en diferentes ámbitos de la cultura, tanto en la política
como en la economía, tanto en la literatura sociológica como en la crítica psicoanalítica
de la cultura.
Me fue pareciendo un significante
idóneo para nombrar un rasgo mayor de la sociedad metamoderna en la que nos vamos
adentrando desde finales del siglo XX. La hybris
nombra el estilo del mundo de hoy, este mundo que llamamos globalizado por el triunfo
absoluto del capitalismo en su alianza con la ciencia y sus aplicaciones tecnológicas.
Encontrar la hybris en el arte contemporáneo fue, más bien,
poder nombrar un hecho sorprendente para mí desde hacía dos décadas: la persistencia
de un arte que, por otro lado, se parecía más a su propia negación.
De la polisemia que alberga el término
hybris subrayo como eje de lectura del
fenómeno artístico actual, su acepción de exceso
e insolencia. El exceso se refiere a la producción de un objeto por parte del arte que
excede la capacidad sintetizadora del yo―espectador, y promueve en él la emergencia
de un goce que perturba la función sublimadora que hasta finales del siglo XIX le
había sido asignada por la Cultura, desde los orígenes de la representación iconográfica
prehistórica.
El carácter de insolencia viene justificado por su atrevimiento
irreverente en atacar los propios límites de la representación, después de haber
levantado todos los velos, y violentado todos los tabúes temáticos y estilísticos
de la historia del arte hasta entonces.
Este
imperio del exceso, esta hybris que empuja
nuestra cultura ―y con ella el arte― hacia lo real, ha seguido el camino paradójico
de una negación directa del objeto del arte, desmaterializándolo, ocultándolo, o
promoviendo una estética del vacío. Esta negatividad
del exceso tuvo también su génesis en la modernidad, y hoy pareciera haber vivido
el paroxismo que le ha conducido a su autolisis.
Por otro
lado, el empuje a lo real del arte contemporáneo, también ha tomado otra vía, la vía de la positividad del exceso. Por esta vía, los
objetos de la pulsión, presentes desde siempre en los temas del arte, han ido apareciendo
ante el espectador en un desvelamiento formal ―progresivo, pero vertiginosamente
acelerado en el último siglo― que ha terminado por tratar de imponer la pura presentación
del objeto, en una voluntad, más que de pulsar el límite de lo formal, de instalarse
en él, reconociendo incluso legitimidad creativa solamente a aquel objeto del arte
que participe de este componente de exceso para la sensibilidad y la racionalidad
del espectador.
Sin duda,
a la sociedad destinataria de estos objetos del arte no podemos pensarla como mero
receptor pasivo, impotente y ajeno a una transformación tan importante en uno de
sus campos sublimatorios básicos, como es el arte. Si el arte sigue cumpliendo una
función esencial en la economía psíquica de los individuos de cualquier sociedad,
habremos de entender que las transformaciones habidas en el arte actual han de corresponderse
con nuevos usos del goce de sus miembros. Es decir, podemos suponer que se han producido
cambios en la subjetividad moderna de suficiente envergadura como para que el arte
tenga que responder en su cometido sublimatorio produciendo objetos que posibiliten
nuevas modalidades culturales de satisfacer la pulsión. Nuevas condiciones de goce
exigirían nuevos objetos al arte.
Negaría,
pues, la tesis de una “muerte del Arte”, entendida como su desaparición por inoperante
e innecesario en la dinámica cultural de nuestro tiempo, para sostener, en cambio,
la ocurrencia de una transformación, acorde con la ocurrencia de otras transformaciones
―homólogas y radicales―, que vendrían sucediendo en el ámbito de los fundamentos
mismos de la organización cultural ―tal como la hemos conocido hasta hoy―, y que
tendrían consecuencias, no del rango de la moda o del estilo, sino de orden antropológico. Nos referimos
a las transformaciones que nos hacen hablar desde finales del siglo XX de una nueva
era, definida por el rasgo mayor de una interacción humana globalizada.
Estas transformaciones
podrían sintetizarse en relación con la alianza y articulación de sus dos incidencias
mayores. Así, del lado de lo Simbólico, las consecuencias vendrían determinadas
por la sustitución del orden Analógico por el Digital, lo que supone pasar de una
organización cultural regida por el orden ternario, a otra regida por el orden binario
de la computación. De su implantación cultural daría cuenta el discurso de la ciencia,
y de su aplicación social, la tecnología.
De otro lado estarían las consecuencias derivadas de la incidencia
en el acceso al Objeto, marcado por la sustitución del orden de la Imposibilidad
por aquel otro de la Impotencia, lo que supone pasar de una organización cultural
regida por el registro de la castración y el deseo, a otra regida por el uso de
la denegación, y la promoción del Uno del goce. De su implantación daría cuenta
el monopolio actual del discurso del capitalismo, en su caracterización actual como
capitalismo de mercado.
Si aceptamos el marco conceptual de que el arte anticipa los cambios profundos que se manifestarán
en la superficie de lo social tiempo después, las cinco décadas de arte
contemporáneo que podemos contabilizar suponen un tiempo de suficiente extensión
―incluso histórica―, como para confirmar su presencia, y la de las transformaciones
que, debemos hipotetizar, están en el origen de su ocurrencia. Así, el nuevo arte aportaría datos,
evidencia material, que hablarían de su correspondencia con la existencia de una
nueva subjetividad, una nueva economía psíquica basada en una denegación de la castración,
y en la que la economía pulsional habría desplazado a la economía libidinal: gozar
del objeto sin el trámite del deseo.
El arte que convendría a esta modalidad de
gozar sería un arte de hace-ver, más que
de dar a ver, al perforar la función de
pantalla que cumple el objeto-representante como envoltura formal de lo real que
está en juego. Lo que el arte-Eros ha
supuesto para una subjetividad estructurada a partir de la negación represiva, y regida por el principio del
placer, vendría a serlo ahora un arte-Tánatos
para una nueva subjetividad, estructurada a partir de la negación denegativa, en la que el mandato del goce
es imperativo y, por tanto, el sin-límite de la pulsión empuja siempre más allá
de la función reguladora de la sublimación.
Esto es tanto como decir que el invento
de una nueva subjetividad coimplica una nueva modalidad en el uso del goce pulsional.
Ambas tendrían en el objeto del arte contemporáneo el objeto que convendría a su
satisfacción escópica.
* Publicado por Ediciones Punto Rojo Libros (Tfn.902918997), Sevilla, 2013.El ISBN del libro es: 978-84-15935-85-8. Os reproduzco, a continuación, el índice completo:
2. PRIVILEGIO DE LO ESCÓPICO EN LO INCONSCIENTE. “El psicoanálisis no olvida nunca que lo psíquico reposa sobre lo orgánico…”. “La función de las sensaciones olfatorias fue asumida por las visuales, que podían ejercer efecto permanente…”. “Como en otros muchos casos, también aquí la visión ha sustituido al tacto.” “… la precoz aparición de la tendencia al placer visual.” “La pulsión de contemplación es, en efecto, autoerótica, al principio de su actividad.” “… todos nuestros sueños son predominantemente visuales.” “…como si todo el proceso se hallase dominado por la tendencia a la representabilidad” “…hasta encontrar aquella expresión que ofrece mayores facilidades para la representación plástica”. “La memoria visual conserva, pues, el tipo del recuerdo infantil.” “… en lo inconsciente continúan viendo.” ”… en el nivel del punto de luz, el punto en el que se sitúa todo lo que me mira.”
3. EL TRABAJO DE LA FORMA EN EL ARTE DEL EROS.- Cuando el ojo goza de la mirada. - El momento clásico: lo bello. - La violencia del sentimiento estético: lo sublime como inflexión estética. - Lo siniestro y el momento romántico: el agotamiento del pacto sublimatorio.
4. LA DESTRUCCIÓN DEL SEMBLANTE EN EL ARTE DEL TÁNATOS.- Más allá de lo siniestro: El arte contemporáneo como “empuje a lo real”.
4.a.- Negatividad de la Hybris: Hacia lo Real por negación de objeto.- El Arte ante el fin de su Historia: las Vanguardias históricas des-velan el objeto del arte clásico. – Impresionismo y Futurismo contra la unidad de la imagen. - El fauvismo, o la inundación del color. - El cubismo, o la descomposición de la forma. - El collage, o la identidad sin unidad. - El ready-made como “indiferente visual”. - La abstracción, o la eliminación de la representación. – El Minimalismo, o la extenuación del objeto.- El concepto, o la desmaterialización del objeto. El vacío. - Persistencias del objeto. El resto: de la fascinación por las ruinas al objeto-encontrado. – El Registro, meta-objeto del arte contemporáneo.
4.b.- Positividad de la Hybris: Hacia lo Real por imposición de objeto. Lo Abyecto: el objeto como Desecho. - La abyección oral: el vómito. - La abyección anal: el excremento. - Lo Obsceno como abyección genital.- El cuerpo desnudo.- El órgano, y su erotismo. - El coito, y otras penetraciones. - Los temas perversos: zoofilia, voyeurismo/exhibicionismo, sadismo/masoquismo. - La última frontera de la abyección: lo mortal en todos sus estados. - Preparando el cadáver: el despojo animal.- La agonía, la muerte y su cadáver.- Más allá del cadáver: de la putrefacción a la conservación.
5. ARTE CONTEMPORÁNEO Y ECONOMÍA PULSIONAL. Un Arte para la subjetividad metamoderna. -Soy objeto, luego existo. La Ciencia como referente. -Compro, luego existo. El Capitalismo globalizado y el éxtasis del beneficio. -Gozo, luego existo. Dios ha muerto… luego todo nos está permitido. ¿Es posible hoy un arte de inspiración económica?