Cita

miércoles, 15 de enero de 2014

Hybris del Arte Contemporáneo: un arte para la metamodernidad.





Dentro de la línea temática del blog, quisiera emplear la entrada de hoy para presentaros la publicación de mi último libro, Hybris del Arte Contemporáneo*.
Tomar el significante Hybris de la cultura clásica griega para comandar el título del texto, no obedece a ninguna indagación filológica por mi parte. Durante el último par de años, es un término que ha salido a mi encuentro en diversas ocasiones y en diferentes ámbitos de la cultura, tanto en la política como en la economía, tanto en la literatura sociológica como en la crítica psicoanalítica de la cultura.

Me fue pareciendo un significante idóneo para nombrar un rasgo mayor de la sociedad metamoderna en la que nos vamos adentrando desde finales del siglo XX. La hybris nombra el estilo del mundo de hoy, este mundo que llamamos globalizado por el triunfo absoluto del capitalismo en su alianza con la ciencia y sus aplicaciones tecnológicas.

Encontrar la hybris en el arte contemporáneo fue, más bien, poder nombrar un hecho sorprendente para mí desde hacía dos décadas: la persistencia de un arte que, por otro lado, se parecía más a su propia negación.

De la polisemia que alberga el término hybris subrayo como eje de lectura del fenómeno artístico actual, su acepción de exceso e insolencia. El exceso se refiere a la producción de un objeto por parte del arte que excede la capacidad sintetizadora del yo―espectador, y promueve en él la emergencia de un goce que perturba la función sublimadora que hasta finales del siglo XIX le había sido asignada por la Cultura, desde los orígenes de la representación iconográfica prehistórica.

El carácter de insolencia viene justificado por su atrevimiento irreverente en atacar los propios límites de la representación, después de haber levantado todos los velos, y violentado todos los tabúes temáticos y estilísticos de la historia del arte hasta entonces. 
Este imperio del exceso, esta hybris que empuja nuestra cultura ―y con ella el arte― hacia lo real, ha seguido el camino paradójico de una negación directa del objeto del arte, desmaterializándolo, ocultándolo, o promoviendo una estética del vacío. Esta negatividad del exceso tuvo también su génesis en la modernidad, y hoy pareciera haber vivido el paroxismo que le ha conducido a su autolisis.
Por otro lado, el empuje a lo real del arte contemporáneo, también ha tomado otra vía, la vía de la positividad del exceso. Por esta vía, los objetos de la pulsión, presentes desde siempre en los temas del arte, han ido apareciendo ante el espectador en un desvelamiento formal ―progresivo, pero vertiginosamente acelerado en el último siglo― que ha terminado por tratar de imponer la pura presentación del objeto, en una voluntad, más que de pulsar el límite de lo formal, de instalarse en él, reconociendo incluso legitimidad creativa solamente a aquel objeto del arte que participe de este componente de exceso para la sensibilidad y la racionalidad del espectador. 
Sin duda, a la sociedad destinataria de estos objetos del arte no podemos pensarla como mero receptor pasivo, impotente y ajeno a una transformación tan importante en uno de sus campos sublimatorios básicos, como es el arte. Si el arte sigue cumpliendo una función esencial en la economía psíquica de los individuos de cualquier sociedad, habremos de entender que las transformaciones habidas en el arte actual han de corresponderse con nuevos usos del goce de sus miembros. Es decir, podemos suponer que se han producido cambios en la subjetividad moderna de suficiente envergadura como para que el arte tenga que responder en su cometido sublimatorio produciendo objetos que posibiliten nuevas modalidades culturales de satisfacer la pulsión. Nuevas condiciones de goce exigirían nuevos objetos al arte. 
Negaría, pues, la tesis de una “muerte del Arte”, entendida como su desaparición por inoperante e innecesario en la dinámica cultural de nuestro tiempo, para sostener, en cambio, la ocurrencia de una transformación, acorde con la ocurrencia de otras transformaciones ―homólogas y radicales―, que vendrían sucediendo en el ámbito de los fundamentos mismos de la organización cultural ―tal como la hemos conocido hasta hoy―, y que tendrían consecuencias, no del rango de la moda o del estilo, sino de orden antropológico. Nos referimos a las transformaciones que nos hacen hablar desde finales del siglo XX de una nueva era, definida por el rasgo mayor de una interacción humana globalizada. 
Estas transformaciones podrían sintetizarse en relación con la alianza y articulación de sus dos incidencias mayores. Así, del lado de lo Simbólico, las consecuencias vendrían determinadas por la sustitución del orden Analógico por el Digital, lo que supone pasar de una organización cultural regida por el orden ternario, a otra regida por el orden binario de la computación. De su implantación cultural daría cuenta el discurso de la ciencia, y de su aplicación social, la tecnología. 
De otro lado estarían las consecuencias derivadas de la incidencia en el acceso al Objeto, marcado por la sustitución del orden de la Imposibilidad por aquel otro de la Impotencia, lo que supone pasar de una organización cultural regida por el registro de la castración y el deseo, a otra regida por el uso de la denegación, y la promoción del Uno del goce. De su implantación daría cuenta el monopolio actual del discurso del capitalismo, en su caracterización actual como capitalismo de mercado. 
Si aceptamos el marco conceptual de que el arte anticipa los cambios profundos que se manifestarán en la superficie de lo social tiempo después, las cinco décadas de arte contemporáneo que podemos contabilizar suponen un tiempo de suficiente extensión ―incluso histórica―, como para confirmar su presencia, y la de las transformaciones que, debemos hipotetizar, están en el origen de su ocurrencia. Así, el nuevo arte aportaría datos, evidencia material, que hablarían de su correspondencia con la existencia de una nueva subjetividad, una nueva economía psíquica basada en una denegación de la castración, y en la que la economía pulsional habría desplazado a la economía libidinal: gozar del objeto sin el trámite del deseo. 
El arte que convendría a esta modalidad de gozar sería un arte de hace-ver, más que de dar a ver, al perforar la función de pantalla que cumple el objeto-representante como envoltura formal de lo real que está en juego. Lo que el arte-Eros ha supuesto para una subjetividad estructurada a partir de la negación represiva, y regida por el principio del placer, vendría a serlo ahora un arte-Tánatos para una nueva subjetividad, estructurada a partir de la negación denegativa, en la que el mandato del goce es imperativo y, por tanto, el sin-límite de la pulsión empuja siempre más allá de la función reguladora de la sublimación. 
Esto es tanto como decir que el invento de una nueva subjetividad coimplica una nueva modalidad en el uso del goce pulsional. Ambas tendrían en el objeto del arte contemporáneo el objeto que convendría a su satisfacción escópica.



* Publicado por Ediciones Punto Rojo Libros (Tfn.902918997), Sevilla, 2013.El ISBN del libro es: 978-84-15935-85-8. Os reproduzco, a continuación, el índice completo:
1. INTRODUCCIÓN. 
2. PRIVILEGIO DE LO ESCÓPICO EN LO INCONSCIENTE. “El psicoanálisis no olvida nunca que lo psíquico reposa sobre lo orgánico…”. “La función de las sensaciones olfatorias fue asumida por las visuales, que podían ejercer efecto permanente…”. “Como en otros muchos casos, también aquí la visión ha sustituido al tacto.” “… la precoz aparición de la tendencia al placer visual.” “La pulsión de contemplación es, en efecto, autoerótica, al principio de su actividad.” “… todos nuestros sueños son predominantemente visuales.” “…como si todo el proceso se hallase dominado por la tendencia a la representabilidad” “…hasta encontrar aquella expresión que ofrece mayores facilidades para la representación plástica”. “La memoria visual conserva, pues, el tipo del recuerdo infantil.” “… en lo inconsciente continúan viendo.” ”… en el nivel del punto de luz, el punto en el que se sitúa todo lo que me mira.”
3. EL TRABAJO DE LA FORMA EN EL ARTE DEL EROS.- Cuando el ojo goza de la mirada. - El momento clásico: lo bello. - La violencia del sentimiento estético: lo sublime como inflexión estética. - Lo siniestro y el momento romántico: el agotamiento del pacto sublimatorio.
4. LA DESTRUCCIÓN DEL SEMBLANTE EN EL ARTE DEL TÁNATOS.- Más allá de lo siniestro: El arte contemporáneo como “empuje a lo real”. 
4.a.- Negatividad de la Hybris: Hacia lo Real por negación de objeto.- El Arte ante el fin de su Historia: las Vanguardias históricas des-velan el objeto del arte clásico. – Impresionismo y Futurismo contra la unidad de la imagen. - El fauvismo, o la inundación del color. - El cubismo, o la descomposición de la forma. - El collage, o la identidad sin unidad. - El ready-made como “indiferente visual”. - La abstracción, o la eliminación de la representación. – El Minimalismo, o la extenuación del objeto.- El concepto, o la desmaterialización del objeto. El vacío. - Persistencias del objeto. El resto: de la fascinación por las ruinas al objeto-encontrado. – El Registro, meta-objeto del arte contemporáneo. 
4.b.- Positividad de la Hybris: Hacia lo Real por imposición de objeto. Lo Abyecto: el objeto como Desecho. - La abyección oral: el vómito. - La abyección anal: el excremento. - Lo Obsceno como abyección genital.- El cuerpo desnudo.- El órgano, y su erotismo. - El coito, y otras penetraciones. - Los temas perversos: zoofilia, voyeurismo/exhibicionismo, sadismo/masoquismo. - La última frontera de la abyección: lo mortal en todos sus estados. - Preparando el cadáver: el despojo animal.- La agonía, la muerte y su cadáver.- Más allá del cadáver: de la putrefacción a la conservación.
5. ARTE CONTEMPORÁNEO Y ECONOMÍA PULSIONAL. Un Arte para la subjetividad metamoderna. -Soy objeto, luego existo. La Ciencia como referente. -Compro, luego existo. El Capitalismo globalizado y el éxtasis del beneficio. -Gozo, luego existo. Dios ha muerto… luego todo nos está permitido. ¿Es posible hoy un arte de inspiración económica?

miércoles, 8 de enero de 2014

El "bitcoin" como paradigma de "micropoder".

Sin duda, el poder por excelencia en la metamodernidad es el dinero. El capitalismo financiero se ha adueñado de cualquier otra parcela de producción de plusvalía dentro del sistema económico. Como tal, se ha hecho casi sinónimo del Sistema mismo . El poder del dinero parece ser lo más sólido en esta época "líquida". Su condición de equivalente universal ha llegado a hacerse tan omnipresente en todos los registros de la interacción humana, que ha dejado de tener un valor significante (valor facial), para reificarse en una consistencia que le hace parecer un objeto en sí mismo. La crisis financiera de 2008 nos ha hecho ver que el dinero -el sistema financiero- es lo único que no puede dejar de estar presente en nuestra cultura global. Como Poder, el dinero participa de la fuerza de coerción de los "poderes duros", y de la capacidad persuasiva y seductora de los "poderes blandos". Parece, pues, intocable, protegido como está por las legislaciones de todos los países, el oscurantismo de las instituciones que lo manejan, y la corrupción de los gobiernos.
Sin embargo, el Poder, como forma de relación social y como ejercicio para su organización, también está siendo afectado sustancialmente por el cambio cultural de la metamodernidad. Según la tesis de Moisés Naím (2013), no se trata de que no existan poderes y poderosos que lo acumulen y lo ejerzan, sino, más bien, que el poder y su ejercicio está perdiendo eficacia, se está degradando. La proliferación de nuevos actores está haciendo que cada vez sea más difícil de ejercer, y menos duradero, porque es más fácil de perder, porque cambia más rapidamente de manos y, sobre todo, porque se encuentra acosado por una multiplicidad de "micropoderes", surgidos por efecto de los cambios culturales ya habidos en el breve tiempo que llevamos de globalización económica, cultural y tecnológica.
Sería ingenuo pensar que el dinero, que tanto partido le ha sabido sacar a las nuevas tecnologías, no fuera a tener su replicante virtual en el ciberespacio. Así, en efecto, en el año 2008 nace el Bitcoin(1), una moneda virtual con un valor de cotización de 13 dólares. El año que ha concluido se tiene por el año de su consolidación. Por dos razones. Por un lado, su cotización actual está alrededor de 785 dólares. Por otro, porque después de un debate en el Senado de los EE.UU, el gobierno de aquel país le ha dado su visto bueno. Pero, sobre todo, porque ha empezado a ser utilizado por instituciones públicas, y aceptado ya en transaciones estandar -incluso se empieza a pensar en que sea patrón monetario para la cración de monedas nacionales.
Tal vez el bitcoin sea como el pequeño roedor que sobrevivó a la extinción de los dinosaurios, y acabó poblando la tierra en forma de homo sapiens. El hecho de que sea una moneda única y exclusivamente en manos de los usuarios, sin la posibilidad de injerencias de bancos centrales, y al abrigo de las decisiones políticas de gobiernos esclavos del capital financiero, le hace ser un micropoder cuanto menos inquietante para la hegemonía financiera de los mercados. Una moneda libre por primera vez en la historia, que conformaría un mercado monetario de transacciones instantáneas, libres y gratuitas(2).
Pero, sobre todo, me parece interesante como ejemplo de la emergencia de un contrapoder viable en el corazón mismo de lo que parece más inexpugnable del sistema. Cuando todo el orden de la Cultura parece unidimensional, cuando parece que no hay esperanza de alternativa a la globalización capitalista, a la gereralización del pensamiento político más reccionario, la generación dialéctica de alternativas a esa misma uniformidad parece venir de la proliferación de los pequeños movimientos, iniciativas a veces unipersonales, la continua emergencia de alteraciones apenas perceptibles en las corrientes princiales del poder económico o político, microseísmos originados por micropoderes diseminados por todo el tejido cultural, que pueden terminar produciendo los grandes cambios -como ya hemos podido ir viendo en los últimos treinta años en el mundo empresarial con las nuevas tecnologías, en la geopolítica con los fracasos militares de las grandes potencias, la caída de las dictaduras más longevas por lo que fueron en su inicio pequeños movimiento sociales, la fuerza de las minorías en la configuración de las políticas nacionales, etc.

1. Encontraréis una sumaria descripción en este enlace: Neo-lexikon. Los entresijos tecnológicos los podéis leer en:  Bitcoin: la tecnologia detras de la moneda p2p.
2. "El volumen de transacciones de bitcoin se acerca al de Western Union, y la capitalización del bitcoin es de unos 3.700 millones de dólares, comparable al PIB de Andorra y superando al de muchos países pequeños." (El País on-line, 11/11/2013). Según otras fuentes en "enero, la capitalización del mercado de bitcoins era de 106 millones  de euros, hoy es de 6.430." (El País on-line, 24/11/2013)