La barbarie de las religiones ha vuelto a golpear a Europa. El enorme impacto que ha supuesto esta matanza de París se mide esta vez, no tanto en número de víctimas cuanto en daño simbólico causado al esfuerzo cultural y civilizador realizado durante siglos, y que permitió a la Europa del Renacimiento y la Ilustración poner freno a la intolerancia criminal en que devino el cristianismo. Ahora, sectores del integrismo islámico quieren volver a instaurar en Europa otra modalidad de legalidad teocrática fanática e intransigente, como el cristianismo medieval, o el judaísmo milenario del Antiguo Testamento.
Se ha destacado el carácter de atentado a la libertad de expresión, como atentado a uno de los fundamentos de las sociedades regidas por la racionalidad y la democracia. La insistencia en este punto parece obviar que la transcendencia última de su gravedad viene de que apunta a una sustitución de la Ley toda, de la Ley como referente último de la estructura simbólica de la Cultura. No se trata solamente, pues, de la libertad de expresión como tal -que también. Esta es una derivada del intento de sustitución de la ley civil por la ley de un Otro absoluto, un Dios Amo, que legisla más allá de la razón humana y de la libre voluntad de acuerdo entre los hombres. Es la ley de la Fe, de la palabra revelada, contra la ley de la razón, la ley civil del pacto social. A Europa le ha costado cinco siglos, y mucha sangre y sufrimiento, controlar a sus propios fanáticos, justificados primero en la religión, y luego en la ideología.Se comprende la irritación y el miedo que produce ver este nuevo asalto de las fuerzas retrógradas de la Fe1.
Uno de los logros más irrenunciables de la Revolución Francesa fue la promoción del Estado laico como garante de la neutralidad, para poder garantizar la convivencia entre las diferentes creencias religiosas. El "republicanismo" que nos define como ciudadanos -y no como creyentes- en nuestra relación con el Estado es lo que nos permite ser sujetos de derechos. Estos derechos, fruto de un pacto civil, ponen coto al sin fin de interpretaciones posibles y contradictorias de una ley basada en la palabra revelada por Dios, que autoriza y legitima tanto una acción como su contraria.Que unos asesinen en nombre de Dios, y que otros digan que la religión fundada en ese mismo Dios es una religión de paz merece el mismo crédito, pues ambas son afirmaciones que no nos permiten salir de la trampa de lo imaginario del sentido en la subjetividad humana. Ninguna religión monoteísta ha podido acotar la multiplicación de las significaciones de la "Verdad" revelada por su dios correspondiente. No podía ser menos, al ser cuestión de interpretación de un texto. -Corán, Biblia, Talmud. La Ley de las sociedades civiles, por contra, se dota de instituciones que ponen límite a la deriva significante de las interpretaciones posibles de las Constituciones por las que se rigen. "Fijando" su significado, objetivan la palabra del legislador y así, el ciudadano, puede vivir en derecho.
No nos conformemos, pues, con temer por la libertad de expresión. No nos olvidemos que cada crimen yihadista va precedido siempre por una invocación al Ideal religioso y a lo Absoluto de esa ley que nos tratan de imponer: la Ley de Dios.
¡Otra vez!
1.- Escuchando la lista de las víctimas del
crimen yihadista de París, me llamó la atención cómo, en el currículum de algunas
de esas víctimas del comité de redacción de Charlie Hebdo, aparecían una
psicoanalista y un médico de urgencias. ¡En el comité de redacción de una revista
satírica de pensamiento crítico! Inimaginable en nuestro país. Es para preguntarse
por qué en España no hay una publicación equivalente, una publicación que ha adquirido la categoría de institución para varias generaciones de lectores que buscaban en
sus páginas un pensamiento crítico, una actitud irreverente, una valentía
iconoclasta, animados por el convencimiento de que nadie es intocable en una
sociedad libre y de iguales. Cierto que tenemos nuestra escala menor -¡siempre
España en una escala menor en el aprecio de la Cultura!-. Los que tenemos cierta
edad, pudimos catar levemente su gusto de Cultura crítica en publicaciones como "La Codorniz", "El Hermano Lobo", tal vez, más recientemente, "El Jueves". Sin embargo, nada que ver con lo que estos crímenes han mostrado que significaba Charlie
Hebdo para la sociedad francesa. En este sentido, leo con asentimiento el artículo
de El País on-line "Todos somos Excalibur", en el que se describe bien el estado de miseria cultural e intelectual en el que nos movemos, y los motivos espúreos que nos movilizan. Recojo de él, el asombro que debería habernos producido el que la movilización social
por el sacrificio de un perro haya sido incomparablemente mayor a la que ha
promovido el asesinato de los defensores del pensamiento libre: ni una
manifestación convocada digna de tal nombre; ni un hashtag que convocara espontáneamente a los ciudadanos en las redes sociales -como sí tuvo el perro- para solidarizarse con las víctimas, siendo España un país que tánto sabe del dolor provocado
por el terrorismo. Como colofón de todo esto, a la cabeza de la escasa
representación española en la manifestación de París va un presidente de
gobierno que hace todos los esfuerzos posibles para acabar con la libertad de
expresión en su propio país a través de la "ley mordaza". Pero... ¿de qué pasta estamos hechos?.