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miércoles, 23 de enero de 2013

La hominización de las pantallas, y la paideia de la imagen (2/3).

En el tiempo de esta crisis, y en los últimos 25 años he venido entendiendo algunos comportamientos sociales paradójicos, o bien como producto del derrumbe de la figura del Padre Simbólico, o bien como consecuencia del colapso ideológico consecuente al Post-Modernismo, ambas, estructuras de ordenamiento cultural. La dimensión antropológica que fue adquiriendo toda esta reflexión ha ido reclamando explicaciones y análisis más radicales, hasta llegar a plantear el hecho de un cambio Cultural.
El planteamiento de Sartori (ver la entrada anterior) anuda la crisis de la figura paterna, con el imperio de la tecno-ciencia, ejemplificada en el protagonismo cultural de la pantalla, y el triunfo de la imagen sobre el texto. El resultado es el video-niño, producto de toda una paideia de la imagen. Seguramente esos videoniños, educados en la comodidad, la pasividad y la irracionalidad de la imagen son, ya adultos, esos ciudadanos que no parecen capaces de unir consecuencialmente dos hechos, para sacar referencias que les puedan orientar, por ejemplo, a la hora de emitir su voto en una convocatoria electoral (¿cómo entender, por ejemplo, que, después del crasch financiero de 2008, los electores europeos votaran masivamente a los partidos más comprometidos con el Capital, y tan directamente contrarios a los intereses de la mayoría de sus propios votantes? ¿cómo entender las mayorías absolutas conseguidas por los políticos corruptos en Italia y España? etc).
La idea de una masa ciudadana que funciona según el modelo del homo-videns ayudaría a poner cierta lógica en comportamientos tan irracionales. Que sea ya mayoritaria la población occidental constituida cognitivamente según la modalidad visual, que inhabilita un pensamiento abstracto, discursivo, complejo, que suponga considerar diferentes datos, categorizarlos y deducir las interrelaciones que mantienen, encontrando la lógica que les organiza y articula, esa modalidad visual, digo, facilitaría una toma de decisiones políticas emocional, parcial, ingenua.
Las conclusiones del libro de Carr no ayudan a ser optimistas. Su prolijo recorrido por multitud de recientes investigaciones en diversos campos del conocimiento, dan continuidad a las tesis de Sartori, confirmando las más premonitorias (1). Como inmigrante digital (ver Neo-Lexikón), Carr empieza a tejer el hilo de su argumentación a partir de su propia experiencia como ávido lector de libros y revistas, que ha pasado a incorporarse a la era digital. Muy resumidamente, la constatación de Carr confirma la tesis militante de Sartori de que la digitalización tiene consecuencias negativas en la capacidad del pensar reflexivo del ser humano, a partir de las modificaciones que introduce en la práctica del pensamiento simbólico. Y esto no se reduce a su aspecto puramente mental, sino que introduce modificaciones a nivel cerebral, en su estructura, y en su dinámica bioquímica y molecular.
Junto con esta constatación de que la información que procede de las pantallas va en contra del ejercicio del pensamiento reflexivo, tal vez la afirmación más impactante de su libro es que "la web es una tecnología del olvido", argumentando a favor de la revalorización de la facultad de la memoria, muy a contracorriente de la línea de pensamiento pedagógico inaugurada por los innovadores de principio de siglo XX. Su argumentación, que va siempre apoyando en las conclusiones de un sin fin de estudios publicados, parte de una constatación muy simple: la extensión, o la implementación de la función que aporta la herramienta opera inversamente hacia una reducción de nuestra capacidad orgánica y funcional.
Esto, que lo tenemos ya olvidado -por integrado en nuestra cultura- respecto al esfuerzo físico, empieza a suceder respecto al trabajo mental. Si nuestro cuerpo se transformó al traspasar ingentes cantidades de esfuerzo bruto a las máquinas y a las herramientas, nuestro cerebro empieza a transformarse al comenzar a traspasar enormes cantidades de esfuerzo mental a los ordenadores, y al sistema web/on line
El concepto de neuroflexibilidad ha sustituido en la ciencia actual a la clásica idea de un sistema nervioso central inmutable prácticamente desde el nacimiento del individuo. Nuestro cerebro, su arquitectura y su dinámica se modifica según las exigencias a las que le someten condiciones de estimulación diferentes. El resultado es que sufre un modelado adaptado a la función que debe desempeñar. Unas capacidades cognitivas se debilitan o se anulan a favor de otras más operativas y adecuadas. En todo esto, las facultades psíquicas de la memoria y la atención recuperan su viejo protagonismo en la generación de conocimiento. Más allá, en última instancia, se apunta incluso a consecuencias en el plano afectivo de la subjetividad, y  su papel en la relación entre los individuos. Veremos cómo.

1. Supone un valor añadido el hecho de que Carr parezca desconocerlas, ya que no cita a Sartori ni una sola vez, tanto en el cuerpo del texto, como en su extensa bibliografía. 

jueves, 17 de enero de 2013

La hominización de las pantallas, y la paideia de la imagen (1/3).

Entre los aspectos más apasionantes del cambio cultural que estamos viviendo a la entrada de este nuevo milenio están aquellos que tienen alcance antropológico. Es decir, modificaciones que afectan al propio ser de la especie. 
Hasta ahora, la incidencia de la técnica siempre había tenido su reflejo, básicamente, en las modificaciones anatómicas de nuestro organismo, ya que aquella ha incidido especialmente en el desplazamiento de la fuerza física hacia la herramienta, primero, hacia la máquina, después. Damos por supuesto que, en el mismo proceso, los modos de vida del Hombre han sufrido también profundas modificaciones. Es el mismo devenir de la Historia de las Civilizaciones.
El tema de este blog -las modificaciones culturales de este cambio de milenio- induce a una lectura sincrónica de los diversos aspectos que rastrea. Es lógico, por el escaso espacio de tiempo transcurrido para modificaciones que se auguran estructurales. Sin embargo, a veces podemos hacer ya lecturas diacrónicas sobre algunos de esos aspectos. Si las lecturas sincrónicas nos permiten visualizar la figura que va adoptando el estilo de ese mundo que se avecina, la lectura diacrónica nos permite ir consolidando algunas hipótesis. 
Uno de los aspectos más pertinentes a nuestro tema es el de la "pantallización" de la Cultura meta-moderna. Con ese "palabro", me refiero a la hegemonía de la imagen como medio de transmisión de contenidos, y a la carta de naturaleza que ha tomado la presencia de las pantallas electrónicas como objeto en nuestra vida cotidiana social, laboral y personal. El debate sobre su influencia en los comportamientos sociales, económicos y políticos formó parte del análisis de la influencia de la televisión en la cultura de masas de la segunda mitad del siglo XX. Pero, a finales de dicho siglo, se abrió un debate más radical, referido a modificaciones estructurales en el modo del conocer humano. Pasábamos así de una preocupación sobre los efectos de los contenidos televisivos sobre el comportamiento, a una preocupación por los efectos en la conformación cognitiva del hombre. Y es aquí donde tenemos la oportunidad de hacer un seguimiento sincrónico de este tema, a través de una lectura paralela de dos libros separados por trece años de diferencia.
Efectivamente, me parece muy interesante y provechoso leer el libro de G. Sartori  sobre "la sociedad teledirigida" -es su subtítulo-, con el más reciente de N. Carr sobre lo que internet "está haciendo con nuestro cerebro 1" -pregunta que también forma parte de su subtítulo-. Tal vez la tesis fuerte de Sartori en su Homo videns (1997), si prescindimos de sus implicaciones sociopolíticas, y la tomamos en sus últimas consecuencias, podría dar cuenta de algunas paradojas de nuestro tiempo. 
Si aceptamos que el video-niño puede tener ya alrededor de medio siglo, nos encontramos con que la primera y la segunda generación de ellos -según qué países- ya han tenido hijos que serán ciber-niños-multimedia; es decir, niños que, a su formación de televidentes nativos - es decir, desde su más tierna infancia; o sea, desde siempre-, habrán incorporado todas las posibilidades de la informática: niños-hiperlinks, que se diferenciarán de las primeras ornadas de niños-multimedia, porque ya habrán nacido en una cultura donde todo el espectro multimedia está digitalizado, y totalmente integrado. Esto hace una diferencia cualitativa con las breves generaciones multimedia-analógicas, básicamente por la actual hegemonía apabullante de la imagen y la hiper-conectividad social.
Adelantemos la secuencia apocalíptica de Sartori en términos de evolución antropológica:
A partir de la primera sustitución, tenemos que entender que las siguientes obedecen a procesos culturales, no genéticos.









Generalizando por amplios grupos de edades, podemos decir que hay hoy una "tercera edad" que constituiría la última humanidad-cógitans, formada en el texto, y en las reglas del discurso, en la lógica secuencial y consecuencial, formada en el trabajo a partir del pensamiento abstracto y sus exigencias, formada en el uso del lenguaje como edificio del pensamiento abstracto. Del otro lado, la segunda primera edad, ya formadas como humanidad-videns, son las generaciones formadas en la plasticidad de la imagen y la circularidad del hipertexto, en el pensamiento "cut and past", de aproximaciones e indiferencias, el pensamiento detenido en lo concreto y acelerado en lo imaginario-virtual, con una subjetividad disociada y confundida por el desorden de una hiperestimulación multifocal, que les solicita y les mueve sin un plan rector, solo por el señuelo de una satisfacción prometida. 
La pobreza de un lenguaje depauperado, despreciado, maltratado les impide razonar en los niveles de abstracción que exige el pensamiento "fuerte", el que permite acceder a la verdad de lo Real. Pero también les priva del instrumental necesario para construir su subjetividad -la riqueza de su subjetividad-, en la doble vertiente de expresarla, y, por tanto, poder compartirla con el otro, así como en la de acceder a un nivel de autoconciencia que les permita saber algo de sí mismos (2).
Estaríamos, pues, ante un choque generacional que ya no es como los tradicionales, que suponían la necesaria sustitución de los mayores por los jóvenes. Esta vez se trataría, no de la clásica "guerra generacional" -ya que el resultado de la batalla está decidido-, sino de un cataclismo cultural. Más allá de lo dramático que suena, uso la palabra cataclismo por la dimensión cualitativa y cuantitativa de la Cultura en proceso de desaparecer. Pero también por la rapidez con la que esta sustitución está sucediendo, ya que -pongamos por caso, un siglo-, no es tiempo para un cambio de tan enormes consecuencias. 
Tal vez no sea la menor de esas consecuencias el que la existencia de esta humanidad-videns, que estaría conformando ya en un buen número la demografía de las sociedades occidentales, supondría la existencia de unas poblaciones de ciudadanos que no serían capaces de pensar con la autonomía crítica, la creatividad y la profundidad necesarias para sacar las consecuencias lógicas pertinentes acerca de los hechos mayores que suceden en su organización política, social y económica en el momento de su tiempo histórico.  


1. El traductor a preferido traducir "our brains" por "nuestra mentes". Sin dejar de ser acertada esta traducción respecto a la tesis del libro, sin embargo aligera su alcance antropológico, porque lo que plantea su autor es una modificación en lo real de lo biológico humano, y no solamente en el producto mental del funcionamiento de ese cerebro -podríamos decir: se trata del hardware, no solamente del software.
2. "Aunque la revolución educativa incrementó el número de lectores en términos absolutos, el hábito de la lectura decayó en los países de teórica alfabetización total cuando la letra impresa dejó de ser la principal puerta de acceso al mundo más allá de la comunicación oral. A partir de los años cincuenta [del siglo XX] la lectura dejó de ser, incluso para los niños de las clases cultas del mundo occidental rico, una actividad tan espontánea como había sido para sus padres." E. Hobsbawm, Historia del siglo XX, 1995.









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